En las representaciones clásicas de la Ascensión del Señor le vemos elevándose triunfante pero con el gesto entre sorprendido y apenado de los testigos que le ven ocultarse a medida que asciende. El relato

evangélico precisa que una nube le termina ocultando a la vista de los discípulos que presencian los últimos instantes de su presencia física en la tierra.

Pocos artistas han seguido al pie de la letra ese momento en que desaparece su figura a medida que asciende. En el Museo del Prado tenemos un cuadro de Juan de Flandes que como una foto fija capta la

mayor parte del cuerpo del Señor ya oculta. Pero no es de extrañar que la mayoría de representaciones pictóricas de este misterio opten por mostrar entero al Señor elevándose resplandeciente, añadiendo a veces ángeles de comitiva en su camino a los cielos.

La partida del Señor ha sido pintada y su Ascensión cantada en versos como los de Fray Luis de León : “Y dejas Pastor santo / tu grey en este valle hondo escuro/ con soledad y llanto…” donde pareciera que él mismo presencia aquel momento y cuenta su abandono y desolación sintiéndose como una oveja desamparada por la ausencia del pastor. El sabio de Salamanca sangraba por la herida pues como oveja descarriada fue tratado y a punto estuvo de ser apartado del rebaño, como sabemos, en su proceso inquisitorial. Por ello recurre a personalizaciones tan poéticas como “la nube envidiosa” que oculta al Señor pero no logra retenerlo. “¡Ay nube envidiosa/ aún desde breve gozo, qué te aquejas?”.

Para los primeros cristianos que tenían fresco el recuerdo de los testigos de la Ascensión el cielo ya no será el paraíso abstracto y lleno de bienaventuranza sino el lugar dichoso donde tenemos un embajador que pisó la tierra y nos aguarda; digamos que Jesús completa su órdago a la muerte cuya derrota se encarga de cantar San Pablo, con cierto aire de burla: “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?”

Para los primeros cristianos que tenían fresco el recuerdo de los testigos de la Ascensión el cielo ya no será el paraíso abstracto y lleno de bienaventuranza sino el lugar dichoso donde tenemos un embajador que pisó la tierra y nos aguarda

Desde San Pablo, los Santos Padres de la Iglesia desarrollarán el significado de ese epílogo a la etapa terrenal del Señor: un círculo que se abre con La Anunciación y se cierra con otro milagro, la subida a los cielos del Maestro. “Se aprovecharon tanto los Apóstoles de la Ascensión del Señor que todo lo que antes les causaba miedo, después se convirtió en gozo. Desde aquel momento elevaron toda contemplación de su alma a la divinidad sentada a la diestra del padre, y ya no les era obstáculo la vista de su cuerpo para que la inteligencia, iluminada por la fe, creyera que Cristo, ni descendiendo se había apartado del Padre, ni con su Ascensión se había apartado de sus discípulos” (San León Magno).

Los artistas y pintores reflejan estos pensamientos y consideraciones en sus obras aunque con la interpretación personal de cada uno reflejando más la apoteosis del Señor que la orfandad de los discípulos, al estilo de Fray Luis.

Tengo reciente la contemplación en la iglesia de la Santa Croce de Florencia -donde está enterrado Miguel Ángel- el lienzo de Giovanni Stradano, aquí vemos al Señor en su Ascensión triunfante pero tan rodeado de gente celestial y terrenal que parece una figura mediática con sus fans queriendo aproximarse al máximo a su estrella. Hay poco de fulgor y mucha concurrencia. En cambio hay pintores que representan este momento con mirada humana más distante situando al Señor en una especie de orla que destaca su divinidad, como Giotto o Mantegna, entre otros.

En resumen cada artista hace su propia Oda a la fiesta que ahora celebramos, con nubes o sin ellas pero todos transmiten un sentimiento de despedida cuyo telón de fondo es el cielo que nos espera con el Señor aguardando.

Escribo estas letras con la música de fondo de Radio clásica donde suena el “Benedictus” del hombre armado. Misa para la Paz de Karl Jenkins”, de tan triste pertinencia con la guerra de Ucrania. Bajen de la “nube” esta preciosa melodía y todo lo escrito subirá de nota.