La Opinión de Zamora

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Agustín Ferrero

Pillos versus antihéroes

En el momento más crítico de la pandemia se forraron hasta las trancas practicando el comercio de mascarillas

Mascarilllas a la venta SERGIO VILLAR

No empezó muy bien el nuevo líder del PP, cuando definió como simples “pillos” a dos presuntos delincuentes que se habían aprovechado de la grave situación por la que estábamos pasando los españoles. Una pareja que, en el momento más crítico de la pandemia, se forró hasta las trancas practicando el comercio de mascarillas.

Llamar “pillos” a dos jetas sin escrúpulos es algo así como llamar pajarito a un avestruz. Dos jetas, con pinta de aristócratas, que se expresaron en términos de cargadores de muelles, como aquellos de la película “La ley del silencio”. “Pa la saca” decían cuando se enteraban de que el dinero de los madrileños había pasado a formar parte de sus cuentas corrientes: pura poesía. Tales exégetas del idioma, acusados de haber cometido tres tipos de delito, aún le dijeron al fiscal que se consideraban donantes, y le pedían una medalla al Ayuntamiento. En cualquier pueblo, tales “humanistas” formarían parte de los “jetas sin fronteras”.

“Pa la saca”, dijeron también cuando le endiñaron al ayuntamiento capitalino un suministro de guantes, cobrándole dos dólares por unidad, cuando los vendían a ocho céntimos en los supermercados. O sea, que, o bien hicieron una donación negativa, u optaron por una diferida, puesto que el precio, por arte de birlibirloque, resultó multiplicado por más de veinte.

Llama la atención que, en este mundillo de los aprovechados, suela aparecer, demasiadas veces, la figura del familiar o del amigo de algún mandamás de la institución objeto del escarnio

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¿Qué es lo que pudo pasar por la cabeza del Sr Feijóo cuando definió como “pillos” a esa pareja de caraduras? Nadie lo sabe. Desde luego nada relacionado con la primera acepción de la RAE: “Ave zancuda, con un cuello de 60 cm del que pende una bolsa o papo, y que se alimenta de reptiles”. Tampoco parece que fuera la cosa por la vía de los adjetivos, pues “pillo” no puede asociarse a “pícaro”. Todos sabemos (Y la RAE mejor que nadie) que el pícaro es “un personaje de baja condición, protagonista de un determinado género literario surgido en la España del S.XVI”, o sea un antihéroe. Pero esos comisionistas no son de baja condición, y mucho menos antihéroes del S.XXI. Con la comisión que se llevaron podrían haber equipado a todos los pícaros que en el mundo han sido, incluido el mismísimo Lazarillo de Tormes. Otro significado de “pillo” (También según la RAE) es el de prostituta, pero no parece encajar demasiado, ya que fueron dos varones los protagonistas.

“Pa la saca”, eso es lo único que ha quedado claro para los españoles. “Pa la saca” de esos dos truhanes, símbolos del distinguido mundo de la estafa y el engaño. Del parasitismo que engorda artificialmente el precio de las cosas, sin aportar ningún valor añadido. De quienes viven de esquilmar las arcas del Estado, sin dignarse mirar, siquiera de soslayo, al pueblo que paga las consecuencias de sus abusos. Pero, desafortunadamente, aún queda gente que sigue pensando que este país es suyo, y que los que aquí vivimos somos sus vasallos.

Llama la atención que, en este mundillo de los aprovechados, suela aparecer, demasiadas veces, la figura del familiar o del amigo de algún mandamás de la institución objeto del escarnio. En los últimos casos conocidos lo han sido un hermano de la presidenta de la comunidad de Madrid y un primo del alcalde de la capital. Casualidad o no, así ha sido.

Son cosas que suceden en los albañales de la política. De manera que, en tal maremágnum de inmundicias, resulta difícil que entendamos muchas cosas. Por ejemplo, por qué coincide la extrema derecha con los independentistas en el affaire del CNI. O por qué los socialistas parecen estar de acuerdo con determinados movimientos que reman en contra de las instituciones democráticas. O por qué la Iglesia hace oídos sordos a las deplorables actuaciones de algunos de sus diáconos pederastas. O por qué nadie investiga a fondo las relaciones del refugiado de “JpCAT” en Waterloo, con el presidente de Rusia.

Y es que, desafortunadamente, a los que formamos parte de la masa, las penosas circunstancias por las que pasamos nos están enseñando a distinguir el cohecho de la prevaricación, pero no el amor del aprecio. También a conocer la diferencia entre sedición y rebelión, pero no a discernir entre el goce y el placer.

Camina amigo Sancho. Date aire con el abanico, no vayas a meterte en terreno pantanoso.

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