La Opinión de Zamora

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In memoriam de mi abuelo Antonio Rodríguez Domínguez, un hombre bueno

Félix Rodríguez junto a su nieto Pablo, en una imagen de archivo

Me llamo Pablo Rodríguez Calvo. Tengo casi 11 años. Y quiero mostrar todo mi cariño y todo mi orgullo hacia mi abuelo Antonio Rodríguez Domínguez, “Antonio el Papelines”. Se murió el 28 de abril. Y nos ha dejado un vacío tremendo a mí y a mis primos, Leticia, Raquel, Aitana, Diego, Víctor y Gonzalo.

Antonio era un buen hombre. Una buena persona. Honesto. Trabajador. Un marido ejemplar que siempre ha cuidado a mi abuela Tina. Un padre maravilloso y, sobre todo, un abuelo increíble que nos ha dado todo. Un amigo de sus amigos, que han sido tod@s, y un amante de sus barrios de La Horta y de Pinilla y del Río Duero.

El “Papelines” era mucho más que mi abuelo. Ha sido el líder de mi familia. Era un tipo fantástico al que todo el mundo quería. Lo querían los chavales del Juvenil Horta, cuando fue presidente de ese equipo, el equipo de su barrio, de mi barrio, de nuestro barrio donde vivimos, en el que jugaron mi tío Antonio Pablo y mi papi. Mi abuelo nació en Pinilla, en la calle San Antonio, que también era su barrio.

Lo querían en la Semana Santa de Zamora porque siempre estaba ayudando. Lo querían, sobre todo, en la Cofradía de la Santísima Resurrección, donde era un líder sin pretender nunca ser el primero. Porque Antonio, mi abuelo, siempre prefería estar en segundo plano, colaborando, haciendo de la procesión lo mejor. Su procesión. También era parte de esa gran familia de la Vera Cruz y de Jesús Nazareno, como somos papi, mi primo Víctor y yo, y del Santo Entierro, a la que pertenece mi prima Leticia.

Antonio, mi abuelo, siempre sale en todas las imágenes de la Resurrección como esa “lagartija” que era. Aquí y allá. A su lado siempre ese tipo magnífico y amable, ese jefe emérito de la Virgen de la Alegría, Justo Palacios. Otro grande de nuestra Semana Santa. Y Chele, Verónica, Josué, Juanmi, Fausti, Ricardo Blanco Calderón, Paco Cabañas, Manolo, Lili, Toño, Antonio, Eduardo y Ana Pedrero, el Tachuela, Angelito “El Delicado”, Vicente, Conchi, Teresa o Sigis eran otras buenas personas de las que siempre me hablaba. Porque la gente de su cofradía eran su gente. También eran su familia.

El abuelo Antón se ha ido por la puerta grande. Su alma bondadosa y generosa y su sentido del humor seguirán con nosotros para siempre. Me han contado papi y mami que lo querían en toda la ciudad. Porque era un tipo genial.

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Detrás de un gran hombre, Antonio, siempre hay una gran mujer, Tina. Mi abuela. Ellos dos son referencias, mucho más que referencias, de mi padre, Félix-F. Rodríguez Peña y de mis tíos María, Pili y Antonio Pablo. De José Ángel, de Chema y de Mercedes. Y por supuesto de mami, Cristina.

Dice mi padre Félix-F. –que es muy pesado- que el abuelo Antonio era una persona alegre, entusiasta y divertido. No hace falta que me lo dijera, porque lo sé desde que era un bebé.

Siempre pendiente de irme a buscar todos los domingos para ir al Kiosko de Felipe y de Rosi en la La Rúa y a la pastelería El Barquero para que Merce y Conchi nos dieran cañas y pasteles para llevarle a mi abuela Tina. Tinka, como yo la sigo llamando. Después para hacerme socio del Zamora C.F. –como él ha sido de siempre- con quien he compartido muchos partidos.

En realidad soy un niño muy afortunado. Porque además de unos padres que me adoran, he tenido unos abuelos increíbles, Antonio y Tina, Jesús y Oti. Súper buenos. Súper cariñosos. Como mis hadas madrinas de división de honor Menchu, Macu, Marian, Leticia, Carmen, Héctor y Ferni.

Ahora Antón, como siempre he llamado a mi abuelo Antonio, se ha ido. Ya no me va a llevar más a ver al Zamora C.F. al Ruta de la Plata. Ni al Kiosko de Felipe y de Rosi. Ni a la pastelería El Barquero.

El abuelo Antón se ha ido por la puerta grande. Su alma bondadosa y generosa y su sentido del humor seguirán con nosotros para siempre. Me han contado papi y mami que lo querían en toda la ciudad. Porque era un tipo genial. Que siempre estaba dispuesto para todo. Mis prim@s, mis ti@s, mis otros abuel@s y toda la gente de Zamora lloran porque se nos ha ido uno de los grandes.

Papi, que está hecho polvo, dice que el mejor legado de mi abuelo es que seamos buenos como él, honestos, trabajadores, luchadores y defensores de los valores que a él le enseñó su padre, Pablo Rodríguez Laperal, mi bisabuelo. Se murió cuando mi abuelo Antonio tenía tan solo 14 años.

Al bisabuelo Pablo Rodríguez lo subían y lo bajaban de aquellos camiones de pelotones de fusilamiento franquista de los que se salvó, a medias. Por ser un defensor de los trabajadores, de la Democracia y de la Libertad.

Con mi abuelo Antonio Rodríguez Domínguez se va mucho más que uno de los grandes. Se va una persona con principios éticos y morales, con ideología y con entrega a la ciudad de Zamora y a su Semana Santa. Papá me dice que nuestro mayor orgullo son mis abuel@s.

Abuelo Antón, si existe el cielo, allí estarás tú, con el “madrino” Manolo “Judax”.

Pablo Rodríguez Calvo

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