Fumar mata. Este es el mensaje inequívoco que recibe el que va a por tabaco. Fumar mata, y no sólo a quien fuma, también a aquellos que conviven con el fumador. Hoy no es posible alegar desconocimiento, pero costó demasiadas vidas que la industria del tabaco lo admitiera.

Fue en la década de los años 30 del siglo XX, cuando científicos del Tercer Reich demostraron con pruebas la relación entre tabaco y una mayor probabilidad de padecer cáncer y afecciones coronarias. Los científicos nazis evidenciaron el perjuicio para el fumador activo y para el fumador pasivo. Por lo que Hitler, muy preocupado por la súpersalud de su súperpueblo ario, fue el primer dirigente en llevar a cabo estrictas políticas que persiguieran el pernicioso hábito.

Después de 1945, científicos estadounidenses y europeos negaron estas investigaciones, porque provenían de los mismos artífices de la Solución Final para el pueblo judío. Pero sobretodo, porque era la industria tabaquera quien pagaba sus cuantiosas “becas”, y ningún perro muerde la mano que le da de comer.

Por lo que nuestro civilizado mundo, tuvo que esperar al siglo XXI, para que los Gobiernos, renunciando a las presiones y a los generosos emolumentos de la industria de la nicotina y el alquitrán, se decidieran por fin a aplicar políticas restrictivas contra el consumo de humo.

Soy buena persona, y además no tengo abuela. Por eso mismo, los Reyes Magos me han premiado con un rico surtido de joyas editadas. Una de ellas es Mercaderes de la Duda. Un libro muy esclarecedor, en el que los historiadores de ciencia Naomy Oreskes y Erik M. Conway, denuncian el comportamiento mercenario de ciertos científicos, políticos y periodistas, que llegan a ocultar verdades científicas a cambio de dinero.

La Ciencia ha evidenciado que el cambio climático es una constante a lo largo de la historia. La diferencia es que ahora, es la acción humana la que está acelerando el calentamiento del planeta a un ritmo demencial

Y es que no sólo a los futbolistas les gusta vivir como futbolistas. También a algunos científicos, políticos y periodistas, les atrae eso de disponer de veinte Ferraris aparcados en el garaje y que Miss Celama´19 se enamore perdidamente de ellos.

Razón por la que después de ocultar que Fumar Mata, esos mismos mercaderes de la duda, o los bien pagaos, en palabras de don Miguel de Molina, hicieron lo mismo con la lluvia ácida, originada por las centrales nucleares. La negaron. Como también negaron el agujero en la capa de ozono, causado por la fabricación y empleo de algunos químicos, los CFC, razón por la que acabaron siendo prohibidos a finales del siglo pasado.

Y ahora ha llegado el turno de negar la emergencia climática.

En la actualidad no existe nadie que niegue la relación entre fumar y desarrollar cáncer y diferentes cardiopatías. Pero no ocurre lo mismo con el calentamiento del planeta, y eso es porque los mercaderes de la duda saben vender muy bien su producto.

La Ciencia ha evidenciado que el cambio climático es una constante a lo largo de la historia. El cambio climático lo provoca la propia naturaleza: volcanes, climatología, meteoritos... La diferencia es que ahora, es la acción humana la que está acelerando el calentamiento del planeta a un ritmo demencial.

La causalidad humana en el caos climático actual está justificada con datos y pruebas. Todos asumimos que nuestro modo de vida industrial, y basado en un consumo enfermizo, tiene peligrosas consecuencias sobre la Tierra. Por eso procuramos vivir de un modo responsable.

Todos, a excepción de esos mercaderes de la duda; esos bien pagaos, que incluso llegan a olvidar la sentencia de John M. Keynes, uno de los padres fundadores del capitalismo, en la que afirma que en esta vida todo tiene un coste; esos mercenarios de la ciencia, la política y el periodismo; esos traidores a la verdad, y leales adoradores del dios Criptomonédico: todo esto será tuyo si te postras ante mí y me adoras.

Las ingentes emisiones de CO2 a la atmósfera, junto con la irracional deforestación de los pulmones del planeta, más la contaminación de todas las fuentes de agua y la desertización acelerada de los suelos, contribuyen a crear el efecto invernadero que está derritiendo los glaciares y los círculos polares.

Las previsiones de la ciencia son devastadoras, y no dejan lugar a la esperanza. No estamos cavando nuestra tumba, sino la de nuestros hijos. ¿Algún Noé por ahí que sepa fabricar un Arca, y que la llene esta vez de monos más listos?

“Los mercaderes de la duda olvidan a Keynes, padre fundador del capitalismo, que sentenció: en esta vida todo tiene un coste”.