Confieso humildemente que yo solo sé que no sé nada. Me dejo llevar por el instinto, por el sexto sentido femenino y por el sentido común, aunque abunde poco. Humildemente confieso que no veo a Rafa Nadal como un miserable al uso. Está muy lejos de ser una persona sin valor ni fuerza, con avaricia, poquedad y miseria, descripciones contenidas en el diccionario y aplicables a los miserables. Si a Nadal, con la chulería que acredita Djokovic, siempre por encima del bien y del mal, siempre por encima del deporte del que es uno de los reyes indiscutibles, si a Nadal, repito, se le ocurre hacer lo que ha hecho el serbio, ser un negacionista y saltarse la ley a la torera, ya le habría caído la del pulpo.

La soberbia hace que las personas se vuelvan mezquinas. Eso sí que es grave. Porque el mezquino es el que no tiene un corazón noble y carece de generosidad. En esa descripción encajan como anillo al dedo, infinidad de personas que responden a nombres y apellidos concretos. Si por decir lo que piensa, Rafael Nadal se convierte en villano, yo quiero muchos villanos como él, que no se muerdan la lengua a la hora de expresar su opinión y hacerlo con la elegancia que acredita, sin ‘carga viral’ alguna, vamos, sin insultar.

Djokovic ha sido por fin deportado. Su visita a Australia es la crónica de una serie de irregularidades que por mucho número 1 del mundo que sea, no hay por qué consentirle. El serbio no está vacunado contra la covid-19 y por ello vulnera las leyes de entrada implementadas por el país austral contra la pandemia. ¿Acaso el balcánico tiene bula? Lamento que no pueda defender su corona en el Abierto de Australia que comenzó el lunes, pero la ley tiene que ser igual para todos, sin excepciones. No se puede pedir a la población que se vacune y luego, por mor de un acontecimiento deportivo internacional, permitir que alguien, por importante que sea, pase olímpicamente de la vacunación.

No entiendo que, por esta circunstancia que dice muy poco del serbio, haya que colocarlo a la altura de una leyenda, directamente en la inmortalidad. Bien por el Tribunal Federal de Australia que no se ha rendido a la hora de cancelar el visado del tenista, tras conocer también que su relato estaba plagado de contradicciones, dudas e irregularidades de todo tipo que ahora el serbio lamenta. No hay que olvidar que Djokovic dio positivo en Covid y, sin embargo, no dudó en acudir a una entrevista a sabiendas de su irresponsabilidad. Si alguna vez es recordado, será precisamente por eso.