Hoy hace un mes nos dejó Antonio Santiago Abad que había nacido en Rionegro del Puente, Zamora, hace 97 años. Desde aquí queremos mostrar nuestro agradecimiento por su bondad y amabilidad con cuantas personas lo rodeaban.

La vida de Antonio estuvo marcada por su amor a Pilar, una convecina alta, para él guapísima y con otros pretendientes. Como un Romeo, salvó todas las trabas familiares y económicas y consiguió su amor al que se consagró hasta después de que ella muriera. Su único vuelo en avión, que no le gustaba, fue para acompañar su cuerpo de vuelta a Rionegro.

Como para tantos otros, España no fue madre sino madrastra que les obligo a buscarse la vida lejos de ella, pasando en Alemania más de cincuenta años, con su querida Pilar y con sus hijos y nietas, dejando allí toda su descendencia.

Antonio no olvidó su tierra y volvía cada verano a la casa que construyo para su familia en su pueblo natal, alegrando a quienes nos encontrábamos con él en ese tiempo de vacaciones.

Nos sorprendía el amoroso recuerdo que mantenía de su esposa, en cuya tumba, colocaba una preciosa planta que regaba cada día a la vez que, seguro, le contaba sus preocupaciones y deseos. Cuando él no podía cuidar esa planta que era como la llama de su amor, pedía a familiares y amigos que le ayudaran a mantenerla viva.

Cada año desaparecía con el comienzo del curso del calendario alemán y volvía a aparecer al año siguiente, siempre amable y afectuoso.

El último verano él sabia de su enfermedad y decía abiertamente que ya venia para quedarse, casi a modo de broma, mientras te regalaba una rosa de su jardín, como si nada le pasara y nada le doliera.

Gracias Antonio, por esas sonrisas que tu amabilidad nos provocaba, gracias por tu vida de esfuerzos y trabajos, No olvidaremos las enseñanzas que nos diste en tu vivir.