A esta altura extrema del año es propio dar las gracias por lo que tuvimos. Los viajes, las celebraciones, los éxitos, los abrazos ahora tan contados. Se nos olvida más, a menudo, agradecer también lo que tuvimos la suerte de no tener: enfermedades, pérdidas, calamidades imaginadas siempre lejos y de otros.

Mujeres y hombres somos, ningún dolor nos es (nos debería ser) ajeno. 2021 terminó no siendo del todo lo que le habíamos pedido: el año del fin de la peste, el año del regreso a las calles llenas de bocas que, preferiblemente y a poder elegir, ríen. Pero la palabra de 2020 fue “confinamiento” y la de 2021 “vacuna”, así que algo, muchísimo, hemos avanzado.

Si usted me lee desde un cuerpo virgen de vacuna contra el COVID-19 le ruego que vaya a ponerse las dosis que tiene la suerte de tener esperando a su nombre en su consultorio más cercano. Por usted, por nosotros y por todos nuestros compañeros

Nosotros que nacimos en la cara buena del mundo, como cantaba Jarabe de Palo, no tuvimos que atravesar fronteras para vacunarnos, para salvar a los nuestros, para seguir vivos. Entre nosotros tenemos personas que se permiten el lujo de estar en contra de la ciencia solo por un privilegio tan fortuito como el de haber nacido aquí. Demos las gracias porque en España -no así en todopoderosos como Estados Unidos- son los menos.

Menos siguen siendo demasiados así que por favor si usted me lee desde un cuerpo virgen de vacuna contra el COVID-19 le ruego que entre en razón y vaya a ponerse las dosis que tiene la suerte de tener esperando a su nombre en su consultorio más cercano. Y que lo haga por usted, por nosotros y por todos nuestros compañeros.

A los demás, que el dolor humano nunca nos sea ajeno. Que la fatiga pandémica es comprensible pero el desdén por lo colectivo del todo inaceptable. Que honremos el esfuerzo ingente de nuestros sanitarios y defendamos nuestra sanidad pública porque por ahí no pasarán, no, no. Que asumamos la responsabilidad individual que conlleva vivir en un tiempo y un lugar donde decenas de miles de personas a la vez ven interrumpida su cotidianeidad por un virus que deja muerte, ingresos largos, imposibilidades logísticas, secuelas, ausencias y pesadillas. Defendamos la alegría, organicemos la rabia, brindemos porque en 2022 el año y nosotros seamos mejores.