En Cuba, más de seiscientos presos políticos permanecen encarcelados en condiciones infrahumanas. En Venezuela, más de 250. Otros nueve mil venezolanos son sometidos arbitrariamente a medidas restrictivas de su libertad. El modelo, mucho me temo, puede extenderse en breve a otros países del área. En Corea del Norte o en China multiplicado y aumentado hasta la alienación civil completa o a la ejecución en nombre de la pureza del compromiso político con el régimen totalitario comunista de cada cual.

Quiero acordarme de aquellos, como nuestros hermanos cubanos, venezolanos a los que los sátrapas del pueblo y del bien común privan del único bien tan importante como la vida: la libertad

Los medios de comunicación internacionales pasan de soslayo sobre los datos. Apenas se asoman a esa trágica e inadmisible realidad si se produce la detención ilegal de alguien un poco conocido, si alguno de ellos muere y el régimen respectivo no consigue ocultar lo sucedido o si, como en Cuba este verano, la población local, intenta a la desesperada hacerse notar dentro y fuera del país, antes de que los escuadrones de sicarios -conocidos allí como los “motorizados”- organizados desde el régimen de partido único, sindicato único y pensamiento único siembren el terror, apaleen indiscriminadamente o disparen selectivamente contra los opositores. Antes de que los “comisarios políticos” de barrio, de calle o de casa, execrables chivatos sin más, faciliten el parte con la filiación ya no de los contrarios, sino de aquellos cuyo grado de adhesión a la asquerosa causa revolucionaria no es suficientemente firme, indiscutible y fervorosa a juicio de la rata con carné de turno.

La revista “The Economist” elabora año a año su índice de la Democracia mundial, un ranking completo de calidad democrática, previo análisis de 60 indicadores agrupados en una serie de categorías: Respeto por los derechos humanos y las libertades fundamentales. Libertad de asociación. Libertad de expresión y de opinión. Acceso al poder y su ejercicio de conformidad con el imperio de la ley. La celebración de elecciones periódicas, libres y justas por sufragio universal y por voto secreto como expresión de la voluntad de la población. Un sistema pluralista de partidos y organizaciones políticas. La separación de poderes. La independencia del poder judicial. La transparencia y la responsabilidad en la administración pública. Medios de comunicación libres, independientes y pluralistas.

En el de 2021, son más de cincuenta los países considerados régimen totalitario o autoritario, entre ellos China, Corea del Norte, Cuba y Venezuela, junto a otras dictaduras comunistas y a los regímenes de teocracia islámica. Puros datos que quizás nos dejan fríos hasta que leemos que agrupan a un tercio de la población mundial o, como en el archipiélago Gulag de Solzhenitsyn pero a menor escala, vemos el testimonio de las víctimas o de sus familiares y amigos. Así que, mientras algunos horteras y no pocos sectarios se empeñan en hacernos olvidar la Navidad, en la parte del mundo que debe su cultura de libertad, respeto de los derechos humanos y de la dignidad del individuo al humanismo cristiano y transmutarla en simples “fiestas”, quiero acordarme de aquellos, como nuestros hermanos cubanos, venezolanos a los que los sátrapas del pueblo y del bien común privan del único bien tan importante como la vida. La libertad. Feliz Navidad, amigos.

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