Cuento para una semana que empieza el día 20 con la celebración por la ONU del día internacional de la solidaridad, y culmina un día después de la Navidad, cuando se celebra el nacimiento de un pobre niño dios.

Una semana en la que el espíritu religioso de la Navidad y el laico de la solidaridad se unen: porque la Navidad es la ternura de Dios hecho niño, y la solidaridad es la ternura de los pueblos.

Monólogo del Scrooge zamorano: ¡Para navidades estamos! Antes de acabar el año ya hemos perdido más de ochocientos habitantes en la primera mitad. Los pueblos están desiertos y ni en burro podrían venir a empadronarse María y José ¿Y que ha nacido un niño? Pues eso sí que hay que celebrarlo, porque el año pasado en los pueblos hubo 349 nacimientos y 2.039 muertes. Y sigue el COVID mientras hay pueblos sin consultorio abierto para ir al médico y sin funcionar el móvil para llamarlo, que me han dicho los nietos que no es que yo no sepa sino que las empresas no ponen la línea, o la cobertura como le dicen ahora. Y la pandemia económica amenazando los negocios que van tirando con los ERTES y la caja vacía ¡Bastante nos importa que cierren los cajeros automáticos en los pueblos si no hay dinero en la caja! El banco ya no viene ni a por la pensión de los viejos ¡Para fiestas estamos! Todo el año más solos que la una, con el timbre de la teleasistencia al cuello, y ahora quieren ponernos sensores en las casas para ver si nos movemos y estamos vivos. Tal vez vengan a celebrar las fiestas los hijos de Madrid y los nietos desde el extranjero, en AVE o en avión ¡Volando como se nos fueron un día! Y hablando de pájaros ¡vaya! que vienen el Presidente y el Rey en AVE. Pues habrá que ir a saludarles con la bandera de España y de paso a contárselo, esto de la España vaciada. ¡En fin! Tomaron el aire y se fueron a tomar viento, como le ha pasado al gobierno regional.

El fantasma de las Navidades del pasado:

En Porto de Sanabria hay cinco maestros ¡Y niños, sí! En la escuela no falta la fiesta con su teatro, los villancicos en gallego y el del “chiquirritín, chiquirriquitín, que ha nacido entre pajas”, que les enseñó un maestro “de fuera”. Los niños llevan unas ramas de acebo o de pino que han cortado -con permiso del forestal más o menos- y que hemos adornado con manualidades. Se comparten las filloas. Hay niños, hay alegría. El médico y la “praticanta” pasan consulta dos o tres veces a la semana y siempre que les llaman por la emisora de los guardias civiles del destacamento, porque no hay teléfono fijo y el móvil es un invento futuro. En la escuela se celebra la Navidad un poco antes de las vacaciones porque ha caído una nevada que nos impide salir a los maestros “de fuera” con el coche por los 35 kilómetros de la peligrosa carretera, helada porque las quitanieves tienen otras prioridades en las Portillas. Nos toca salir en el Land Rover del cartero hasta el tren más cercano, hasta Vilavella o A Gudiña. También vamos en el tren a Villada, a pasar la Navidad con los abuelos. No es tan rápido como el AVE porque vamos por la Ruta de la Plata hasta Astorga, y luego hacemos un trasbordo para coger el Correo o el Mixto que para en mi pueblo. Otros años venían los abuelos cargados con regalos, los turrones y el lechazo. Y llegan en el ferrobús desde Medina. Había tren para acercarnos.

El fantasma de las Navidades del futuro:

En Porto de Sanabria ya no quedan niños. Las escuelas se transformaron en tele-clubes, y después en comedores y centros sociales donde iban los más viejos, pero ahora casi no van porque se quedan en casas con sensores y control remoto, muy remoto, muy lejano. Los consultorios están cerrados pero te mandan a un cuidador informático que te enseña a un médico por la tele y te ausculta con el ordenador. Casi mejor atendidos en las residencias, si no fuera porque han cerrado y hay que irse muy lejos del pueblo y de las casas y de las huertas que quedaban. Porque han puerto otras huertas, las solares. Y ya ni burros, ni vacas, ni nada. La tierra está llena de centrales, huertos solares y molinos de viento para la energía. Pero ya ni una luz de Navidad ponemos: primero por el precio, y ahora por falta de ganas ¿Para qué, si ya no hay nadie en los pueblos? Esto es como un bosque salvaje, porque el campo se ha abandonado, pero ya no hay niños para cortar unas ramas de pino y poner un árbol de Navidad. ¡Igual si vinieran los nietos! Claro que a ver cómo, si ya no para el AVE en la capital más que en la Semana Santa, cuando se llenan los hoteles ¡Para los que quedan! Porque sólo con turistas en esas fechas no se vive todo el año. Lo de repoblar con los militares no sé en qué quedó. Y los del teletrabajo se hartaron de esperar al Internet, que acabó pasando de largo. Como el Rey y el Presidente cuando vinieron en el AVE ¡Qué tiempos aquellos! Ahora el presidente no viene ni a tomar el aire y el rey a veces a cazar, que ha salido al abuelo de Abu Dabi.

La Navidad del presente:

Pese al aire delrey y el vendaval de Mañueco, estamos más pendientes de ver si el gordo cae aquí o pasa de largo como ellos. Porque lo importante es que los niños cantan villancicos en las escuelas y las nietas aprenden a decir “pa noel” y “el niño de la cama”. Pruden descuelga el contador del consultorio cerrado, porque ha vuelto el médico un día a Monumenta. Los ganaderos luchan por los precios justos para el campo. Las calles se llenan de gentes con mascarilla que hacen las compras de Navidad incluyendo regalos para los que no pueden comer turrón en compañía. En la plaza mayor de la capital suena “aleluya” bajo el árbol de luz producida en la provincia, dando gracias a quienes siguen produciendo alimentos en los pueblos. Y en Porto y en el barrio de San José Obrero las manos de mujeres que sostienen el mundo, tejen de sueños y ganchillo un árbol de Navidad. Hay esperanza.

Y aquí se acaba el cuento para una semana en la que el espíritu religioso de la Navidad y el laico de la solidaridad se unen: porque la Navidad es la ternura de Dios hecho niño, y la solidaridad es la ternura de los pueblos.

Gracias a quienes llenaron mis navidades de felicidad y me enseñaron la solidaridad con su vida.

(*) Teniente de alcalde del

Ayuntamiento de Zamora