Habla Señor, que tu siervo escucha.

Viendo un programa televisivo sobre la Cocina Económica de Santander, dirigida por las Hijas de la Caridad, de San Vicente de Paúl, me impresionaron las declaraciones de la madre superiora de de la casa donde está instalada la Cocina Económica, cuando hacía especial hincapié, en saber escuchar a las personas que acuden a pedir ayuda económica, espiritual, o de cualquier otro tipo, a fin de que las personas manifiesten sus inquietudes, sus deseos, sus problemas, preocupaciones, en definitiva, todo aquello que tienen en su interior y necesitan exteriorizar y comunicar.

Es fundamental, para saber escuchar con atención, permanecer en silencio, prestando interés a las manifestaciones que hacen las personas que acuden a pedirnos consejo, o a mostrarnos sus inquietudes, sus deseos, sus preocupaciones, sus necesidades físicas o espirituales, o sus vivencias y estado de ánimo.

En los momentos actuales, donde el ruido, el bullicio, la música alta, están en el ambiente y el hablar a voces, dando gritos, impiden la concentración que exige silencio, silencio tan necesario para meditar, analizarnos a nosotros mismos, y, saber escuchar con atención.

El testimonio de vida, tanto de las Hijas de la Caridad como del resto de voluntarios y colaboradores, es verdaderamente ejemplar, son hombres y mujeres de Dios. En sus manifestaciones y conducta se aprecia que el hambre física que ven en las personas que acuden a la Cocina Económica les ha suscitado a ellos hambre de Dios. Hemos de decir no a los caprichos de la vida diaria, cuando hay personas que carecen absolutamente de lo más primario y necesario para llevar una vida digna. Toda persona tiene una dignidad que ha de ser respetada al máximo por todos.

La solidaridad con los más pobres de los pobres significa compartir con ellos, tanto bienes materiales como intelectuales, como lo es el saber escuchar en silencio y prestando atención, a todos aquellos necesitados de consejo, en momentos tan difíciles como el presente.

La Caridad hecha servicio es la capacidad de amar a Dios y al hermano, en silencio, sin darle bombo, si no como algo normal a lo que entregan su vida sin descanso, en ayuda a los más necesitados, a los más pobres de los pobres.

Pedro Bécares de Lera