Al igual que las marchas neonazis están de más en una España necesitada de paz social, las manifestaciones proetarras, que un día sí y otro también se celebran en el País Vasco, deberían ser prohibidas y contar con el rechazo unánime de la sociedad civil, ya que los políticos, fundamentalmente los que se mueven a la izquierda de semejante espectro, miran hacia otro lado, se callan y por lo tanto otorgan.

Tan constitutivo de delito es que un neonazi lance consignas homófobas durante una manifestación, como que los amigos de ETA, con Arnaldo Otegi a la cabeza, homenajeen constantemente a los que apretaron el gatillo, pusieron las bombas lapa o detonaron aquellas que acabaron haciendo saltar por los aires Casas Cuartel como la de Zaragoza, llevándose por delante la vida incluso de niños. O, qué pasa, ¿que lo de unos es punible y lo de otros permisivo? Basta de tibiezas, de medias tintas y de paños calientes. El Gobierno tiene que ser más exigente con los discursos de odio que se pronuncian en Alsasua, en Bilbao o donde quiera que los amigos de los asesinos etarras también lancen consignas a favor de los terroristas.

No puede haber dos varas de medir. Sin embargo las hay. Para la Guardia Civil, para la Policía Nacional, que sufrieron en sus carnes la vesania etarra, olvido, indiferencia, para los grupos neonazis castigo, intervención inmediata de la Fiscalía y disculpas a todo el género humano por parte de delegadas del Gobierno y ministras de la ‘Desigualdad’. Quiero ver a la Fiscalía actuar con la misma celeridad cuando se insulta a las víctimas del terrorismo, cuando se las agrade, cuando no se les permite realizar una ofrenda floral para mantener vivo el recuerdo de tantos hombres, mujeres y niños como ETA asesino en aquellos años de plomo. Como aquel desgraciado 1980 que se saldó con 395 atentados, Quiero ver a la Fiscalía oficiar los pertinentes informes y hacerlo con la misma premura con la que actuó en el desagradable incidente de Chueca.

Mal que pese a ciertas ministras, con su indiferencia no hacen más que fomentar la división y la desigualdad. Ni homofobia, ni transfobia, ni racismo, pero tampoco provocación, pero tampoco destilar las cantidades de odio que brotan de los alambiques cerebrales de los violentos que se saben impunes. Poco escuché a las ministras Belarra y Montero, tan angustiadas por el comportamiento de la ‘extrema derecha’ en Chueca, elevar su protesta a las instancias pertinentes cuando la ‘extrema izquierda’ patea a un policía nacional en plena vía pública. Comportamiento, por cierto, reiterativo en esa izquierda radical. No reconocerlo debería ser también constitutivo de delito.