Que nadie intente colgarse las medallas y los reconocimientos que única y exclusivamente les pertenecen a ellos, a los militares, a las Fuerzas Armadas que, una vez más, han realizado una labor impecable en la evacuación de civiles de Afganistán. Se ha sembrado mucha sangre española en suelo afgano. 104 fallecidos. Sangre de guardias civiles, de policías nacionales y de bravos “soldados” de nuestro Ejército, que dieron su vida por un pueblo que no era el suyo. Un pueblo al que prestaron sus conocimientos, su ayuda, su auxilio cuando fue necesario, dejando en prenda sus vidas, como auténticos mártires.

La suya, entonces, y ahora, ha sido una labor encomiable, alabada incluso por el ejército más poderoso del mundo, por lo menos hasta ahora, el estadounidense y por el propio Gobierno de Biden, el de las chapuzas. Cuan orgullosos nos sentimos los españoles de nuestras Fuerzas Armadas y de nuestros Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. Corrijo a los que piensan en negativo para decirles que no les pagan para eso, que su servicio a la patria va más allá, que ellos y ellas sí que son verdaderos adalides de la solidaridad cuyo día internacional celebrábamos el pasado día 31.

No más juicios de valor, no más frases recurrentes, no más afirmaciones carentes de justificación y de verdad, relacionadas con el Ejército. Ellos y ellas son la garantía y esencia de nuestra democracia, la base de la defensa nacional, puesto que nuestra seguridad y defensa, la seguridad y defensa de España y de los españoles, recae directamente sobre todos ellos.

Ya quisiera la sociedad en su conjunto asentar su devenir sobre los principios y valores morales sólidos y exigentes sobre los que se asienta la profesión que abrazan los militares españoles. Para mí es un orgullo comprobar una vez más, lo que en una situación de riesgo constante, siempre in extremis, contra el reloj, con el problema añadido de la inseguridad, han sido capaces de hacer nuestros militares. Como ha sido un orgullo ver a ciudadanos afganos, portando la bandera de España para poder ser evacuados. Más de 2.200 colaboradores y cooperantes afganos, familiares, personal civil de la embajada y cuerpo diplomático, han sido salvados de la muerte.

Es intolerable que, ahora, vengan otros a colgarse, medalla inmerecida, el reconocimiento de la sociedad española en su conjunto que pertenece a nuestro Ejército. Desde luego se estaba mejor en el palacete de La Mareta que viviendo el infierno del aeropuerto de Kabul. Los hombres y mujeres que son el alma de nuestro Ejército están hechos de una pasta especial. Margarita Robles así lo ha reconocido. Aplauso y gratitud eterna.