La biografía de Alejandro Magno, quien extendió el reino macedonio hasta la India, ha llegado hasta nosotros por diversas fuentes, por historiadores de su época, como Ptlomeo, por cronistas de su corte, como Calístenes, sobrino de Aristóteles, y también por historiadores posteriores, como Plutarco y Arriano.

Bárbaros eran considerados en la Grecia antigua, todos aquellos que vivían fuera de su territorio y no hablaban el griego. Cuentan los historiadores que, la campaña más difícil de Alejandro Magno, allá por el siglo IV, se libró en las tierras lejanas de la actual Afganistán, pobladas por aquel entonces por pueblos nómadas, que formaban parte del imperio aqueménida y del reino helenístico de Bactriana. Tras varios años de luchas continuadas, llegó a gobernarlos y para sellar el pacto y asegurar la paz, acabó casándose con una princesa local, llamada Roxana.

¿Cómo llegó a ese punto en el hilo de su historia? Por dos motivos fundamentales, por su desmedida ambición y por su insaciable curiosidad, animado por el proyecto iniciado por su padre, el rey Filipo y por su preceptor, Aristóteles.

También porque deseaba alcanzar el éxito y la gloria, tras fundar un nuevo imperio. Filipo II puso bajo su mando a todas las ciudades estado griegas y fue quien decidió atacar a los persas, porque esos “bárbaros” habían sometido a las ciudades costeras griegas de Asia Menor y además destruyeron la Acrópolis de Atenas.

Su padre, al ser asesinado tempranamente no pudo cumplir con sus sueños de conquista y, fue su hijo el encargado de intentar acabar el proyecto ideado por su progenitor. Alejandro tuvo una educación exquisita, su instructor fue el filósofo Aristóteles, con el aprendió retórica, geometría, geografía, y escuchó las gestas de los héroes de las grandes obras homéricas, sobre todo la Iliada y la Odisea.

Los viajes de estos héroes despertaron sus deseos de viajar para contemplar el fin del mundo. Se cuenta que, desde Grecia se dirigió con un nutrido ejército de 70.000 soldados hasta la India, llegó a fundar más de setenta, ciudades, en su cabeza llevaba la idea de la colonización y civilización de aquellas tierras lejanas y una insaciable curiosidad. Pero para conseguirlo en el camino arrasó ciudades, saqueó los lugares por donde pasaba, crucificó hombres, violó a mujeres.

Mas, una cosa es lo que soñamos y otra muy distinta lo que la vida nos depara.

Plutarco, basándose en el Diario de Alejandro, afirmó que este murió víctima de unas fiebres, a la edad de 33 años. Así se frustraron los sueños del héroe y su afán de conquista.

Cuentan los historiadores que, la campaña más difícil de Alejandro Magno, allá por el siglo IV, se libró en las tierras lejanas de la actual Afganistán, pobladas por aquel entonces por pueblos nómadas

En el año 2003, el escritor estadounidense de origen afgano, Khaled Hosseini, publicó una espléndida y dolorosa novela titulada: Cometas en el cielo, el cual confesó que, la había escrito a raíz de los sucesos del 12 de septiembre en Nueva York. Fue llevada al cine por Marc Foster en el año 2011. La historia trascurre en el citado país de Afganistán a partir de 1975, y trata de la vida de un grupo de amigos de la infancia, que acaban viviendo una historia de dolor y de muerte, tras la caída de la monarquía afgana, apoyada por el régimen soviético y el ascenso al poder de los talibanes, así como, las barbaridades que ocurren en el país a raíz de entonces. Muertes, violaciones, torturas, la violencia practicada contra las personas. En ella se narra la vida de un niño de un barrio de Kabul, llamado Amir, y de su mejor amigo Hassan, que sirve en la casa de su padre. Amir pretende ganar una competición de cometas y sacrifica para conseguirlo su amistad con su amigo del alma Hassan.

Toda la novela gira en torno a dos temas fundamentales, la culpa y la redención. El acto de violencia extrema que no pudo evitar Emir, contra su amigo Hassan por parte de los talibanes, es la clave para que él tenga que expiar ese acto de trasgresión, recatando al hijo de su amigo de aquella sociedad terrible veinte años después.

Y a día de hoy, cuando asistimos perplejos a la victoria talibán en Afganistán, no podemos por menos de volver la vista atrás para rememorar la época de horror, que todo extremismo de izquierdas o de derechas realiza contra la humanidad.

Hoy los afganos somos todos nosotros, y en ellos debemos vernos reflejados, en sus mujeres, que desaparecerán de las calles y de las ciudades, que morirán azotadas por el simple hecho de que muestren un tobillo, o unas uñas pintadas, o salgan solas a comprar o a pasear, o serán lapidadas públicamente, simplemente por ser acusadas de mantener relaciones sexuales fuera del matrimonio o por si no acatan la prohibición de asomarse a las ventanas o balcones de sus casas y así un largo etc. También nos vemos reflejados en sus niños, con quienes los talibanes mantendrán relaciones sexuales, los cuales serán reclutados y comprados a las familias pobres para convertirlos en Bacha Bazi, y así podrán divertirse y jugar con ellos, haciéndoles bailar, disfrazándolos de mujeres, maquillándolos y abusando de ellos sexualmente, sin ningún pudor, ni reparo.

Esta es la forma en que las sociedades falsamente avanzadas retrocedemos siglos, y acabamos contemplando el fin de nuestro mundo y la caída de nuestra civilización, al haber perdido la razón para no parar de nuevo el genocidio, al que están abocados los ciudadanos afganos de bien, que deben soportar una y otra vez la misma historia sin que los países falsamente civilizados hagamos nada para evitarlo.

¿Quiénes son los bárbaros? ¿Los que practican la violencia y aniquilan o quienes lo consienten?

Para no seguir perdiendo la esencia que nos vuelve humanos, es necesario conocer nuestra historia e intentar cambiarla.

George Bernard Shaw defendía que: “Si la historia se repite, y sucede lo inesperado siempre, cuán incapaz debe ser el hombre de aprender de la experiencia”.