Dicen los entendidos que el fútbol empieza a ser rentable a partir de la Segunda División A. Pero no es precisamente porque la calidad o nivel en el deporte sea menor o mayor, eso se da por supuesto, sino porque a partir de las categorías profesionales entra una nueva variante en juego: los derechos televisivos. Ahí es cuando todo se convierte en el verdadero negocio en el que los clubes, en su gran mayoría a esas alturas empresas privadas, empiezan a recibir frutos a todo lo invertido anteriormente.

A Zamora, o al Zamora CF en concreto, le queda un escalón para llegar al ansiado fútbol profesional que ha acariciado en seis ocasiones (la última intentona fue el pasado mes de mayo en Almendralejo) pero lo cierto es que la novedosa Primera RFEF en la que se estrena con el Bilbao Athletic tiene todos los ingredientes para ser considerada profesional. Luis Rubiales, presidente de la Federación Española e ideólogo de esta nueva estructura, no cumplió con lo dicho en un primer momento y dejó la Primera RFEF en “semiprofesional”, aunque sí anunció que todos los clubes recibirán una inyección económica por derechos televisivos y ayudas federativas que podrán ser de hasta 400.000 euros, según variables, un montante que comparado con los importes que reciben en LaLiga puede ser considerado como migajas puesto que, aunque no viene mal, queda lejos de cubrir todos los gastos de un club que para esta temporada cuenta con un presupuesto de 2,3 millones de euros.

Ciudades modestas e incluso con menos habitantes que Zamora, como el Villareal, lo han conseguido antes y se benefician del dinero que en su economía deja cada partido del “submarino amarillo” en un estadio para 23.500 espectadores. Esta vez han dado el salto a la división de plata equipos también modestos como el Burgos, que ha visto cumplido su anhelo de ascender a la competición profesional tras dos décadas fuera de ella. Caso aún más singular es el del Amorebieta, el club de esta pequeña localidad de Vizcaya, que no llega a los 20.000 vecinos, y que se ha colocado contra todo pronóstico en Segunda.

Lo que sí es indiscutible, incluso para los descreídos, es el salto de calidad que se verá sobre el verde, que a nadie se le olvide, tendría que ser lo más importante: el fútbol, el espectáculo, el único aspecto romántico que puede quedar en este negocio. De los 80 clubes tradicionales (120 el último año por la pandemia) se pasa a los mejores cuarenta, lo que evidencia la existencia de un filtro en positivo en esta categoría que se traspasa por lógica al nivel de los futbolistas que la integran y, por ende, de los que podrán disfrutar los aficionados en el Ruta de la Plata. Partidos de nivel similar a un play-off cada dos semanas en el estadio zamorano y aficiones que, siempre que el COVID-19 de un respiro, podrán desplazarse y dar un espaldarazo a la hostelería y comercio zamorano.

Las sinergias existen y el fútbol provoca pasiones y mueve dinero. Se ha creado, incluso, un turismo que bien podría llamarse “futbolero” de hinchas que tienen la buena costumbre de acompañar a su equipo allá por donde vayan, y Zamora será ahora uno de los destinos. La crisis sanitaria ha causado estragos pero esta parece una buena oportunidad, sin olvidar que como mínimo serán las expediciones rivales las que pernocten en la ciudad o provincia.

Por encima de todos los equipos que pasarán por la capital del Duero destacan los grandes favoritos y los que a los aficionados les pueden parecer más atractivos: Deportivo de la Coruña y Racing de Santander, dos conjuntos que por nombre e historial tienen como único objetivo posible ser primeros y lograr el ascenso. Esos clubes, con presupuestos muy superiores al rojiblanco, estarán en el Ruta, como también lo harán el Extremadura, Cultural y Deportiva Leonesa o el Badajoz, entre otros tantos, aunque parece que estos son sobre el papel los grandes favoritos y pueden resultar más llamativos para los aficionados. Pero no serán los únicos. ¿O alguien cree que la capital no se llenará de aficionados de Unionistas de Salamanca fieles a su cita con el club charro? Evidentemente lo hará. Un derbi entre vecinos siempre gusta y eso repercutirá en todos y siempre de forma positiva, buen ambiente y camaradería incluidos.

Lo que sí es indiscutible, incluso para los descreídos, es el salto de calidad que se verá sobre el verde, que a nadie se le olvide, tendría que ser lo más importante

Frente a todo esto, los rojiblancos deberán sacudirse complejos y saber bien cuál es su primer objetivo este año (o reto como le gusta decir al entrenador), y es dejar a cinco equipos por debajo en la clasificación, es decir, lograr la permanencia. Ese objetivo puede parecer sencillo si solo se tiene en cuenta la trayectoria del equipo estos últimos años: paseándose en Tercera División hasta lograr, a la segunda, el salto de categoría, o el “temporadón” que se rubricó el pasado curso en la extinta Segunda B, donde se convirtieron en una de las revelaciones de la categoría. Tanto es así que ni las numerosas lesiones impidieron que se colaran en una fase de ascenso en la que estuvieron arropados por cientos de aficionados. Pero de fácil la permanencia no tendrá nada, puesto que descenderán el 25% de los participantes. Y eso son palabras mayores.

Toca resetear y ahora, tres meses y medio después de despedir al equipo entre aplausos en el Francisco de la Hera, todo vuelve a empezar en una nueva realidad en la que se recupera el formato de 38 jornadas, y para la que el Zamora CF se ha preparado a fondo. De las alegrías de zanjar una enorme campaña se pasó a la tristeza de las despedidas. Por primera vez desde que el Grupo Vivir tomó las riendas de la entidad no se ha apostado por la continuidad del bloque de futbolistas y son más de una docena las caras nuevas, muchos de ellos conocidos por haber sido rivales. Esa revolución en el vestuario se ha notado en los amistosos. Un equipo que jugaba de memoria, que tenía grabado a fuego cada pase a un compañero, la velocidad, el espacio…. ha tenido que empezar a carburar y eso cuesta. Cuatro derrotas y una victoria pueden parecer un pobre bagaje, pero nada de eso vale ya. El cronómetro se pone a cero para todos, incluso para aquellos que hayan ganado por goleada cada compromiso veraniego y tendrán un presupuesto mayor que el zamorano.

De forma paralela a la conjunción de la plantilla, en lo que el Zamora CF quiere crecer como club es en su familia rojiblanca y ser, como mínimo, 3.000 abonados. Un reto que se busca desde hace años, desde casi que se tiene memoria, es que el Ruta de la Plata sea realmente un escenario temido por los rivales, una olla a presión que empuje a los suyos, aunque de momento se parta de un 40% de aforo por las restricciones que marca la pandemia. Cierto es que en los últimos años, las triunfos y el buen hacer han mejorado el número de abonados, pero hace falta más. Los años negros alejaron a la entidad de la sociedad, porque ya se sabe que las victorias tienen muchos padres pero las derrotas son huérfanas. Ahora que se está en pleno crecimiento, hay que agarrarse a ello. No está Zamora sobrada de alegrías y este equipo tiene ingredientes para ser un oasis en el que beber y del que nutrirse todos. Si hay algo claro es que si al club le va bien, a la ciudad y a la provincia también.