No entiendo la parsimonia de Sánchez. Le ha cogido saborete al palacete real de La Mareta y de allí no lo mueven ni con grúa. Cuánto le gustan los palacios al presidente que preferiría serlo de la República. El presidente del Gobierno de España, una vez más, no ha estado a la altura debida. Esta vez ha sido ante la vuelta del talibán a Afganistán, con todo lo que está suponiendo para la población civil. Mientras el núcleo duro de la Unión Europea ha sido rápido en reaccionar y tomar decisiones, hablo de Francia, Alemania, Italia Suecia, Reino Unido, Canadá y República Checa, el presidente Sánchez, más en evidencia que nunca, ha limitado su acción pública a tres mensajes en la red social Twitter para dejar constancia del despegue de aviones militares españoles de la base de Zaragoza y de su llegada a Dubai, y una reunión telemática en alpargatas que Moncloa se ha apresurado a censurar.

Quizá, desde el palacio presidencial no le den valor al asunto. Lo cierto es que Pedro Sánchez ha quedado mal, muy mal ante la sociedad española que aguardaba su reacción inmediata para abordar la crisis de Afganistán donde ciudadanos españoles esperaban impacientes su repatriación así como buena parte del personal afgano colaborador, en número indeterminado aún pero cifrado en unas cuatrocientas personas.

Ni comparecencias, ni ruedas de prensa, ha sometido a los españoles a un plan silencioso de mínimo desgaste ante lo que pueda pasar y condicionado también por su estancia en Lanzarote que, al parecer, finalizará la próxima semana. Esta falta de presencia no solo ha sido criticada por los partidos de la oposición, sino también por la mayoría de ciudadanos españoles que asisten perplejos al mutis por el foro del presidente del Gobierno. Podría situarse a la altura de otros líderes europeos e internacionales que han venido manteniendo conversaciones, convocando a sus cámaras y dando cuenta pública de las iniciativas de sus gobiernos. Aunque resulte manido, aquí cabe decir aquello de si lo hace un partido de derechas en el Gobierno, pongamos el PP, habrían ardido Troya y el Peloponeso. Sánchez sigue disfrutando de una especie de bula política que ha de terminársele por fuerza.

Es el presidente del Gobierno quien tiene que dar la cara y no pasar los marrones a sus ministros. Es el presidente del Gobierno quien tenía que haber recibido a los primeros repatriados llegados a la base de Torrejón de Ardoz. Ya no vale con echar la culpa a la oposición, de todos los errores de su Gobierno. En esta ocasión, el plan de silencio que parece haber impuesto, no funciona.