Soy la única mujer entre varios hermanos. Pero por edad, no estoy ni entre los mayores, ni entre los más pequeños. Aura mediocritas, en el justo medio, que es donde especifica Aristóteles que se encuentra la virtud, a mitad de camino entre el defecto y el exceso.

De niños, cuando los mayores se aliaban para pegarme, de primeras intentaba defenderme por mí misma. Algo tendrá que ver que me impusieran el nombre al que me ataron de por vida. Y cuando no lo lograba, lógico, porque con el “dos contra uno, mierda para cada uno” era imposible, mi solución era la de desquitarme con los pequeños, contra los que sí que podía.

Nunca me salió bien la táctica. Estos corrían a llorarle a los mayores, que volvían a zurrarme la badana por segunda vez. En esta ocasión, por una buena causa. Porque defender a los débiles es la razón más noble para liarse a mamporros.

La última vez que fui al cine, lo hice en uno de esos megacines de infinitas salas y taquillas de venta, pero con apenas sólo unos pocos trabajadores despachando entradas. Debía de ser Navidad, porque los padres con niños eran una tierna pandemia, previa a la despiadada que estaba por venir.

Todos llegábamos tarde, yo al menos. Ese es mi irreciclable fatum, mi defecto de fábrica. No importa si me levanto a las cinco menos cuarto o a las tres de la mañana, hace tiempo que asumí que mis jornadas deben tener menos horas que las del resto. O que mientras que a los demás, les birlan la agenda de contactos del móvil, a mí los hackers me roban horas del día. Al lío: El padre que estaba justo delante de mí, desesperado porque la peli empezaba ya y ellos seguía allí, empezó a gritarle a la muchacha que atentamente hacía su trabajo, y que no tenía culpa ninguna de que mis ovejas siempre lo dejen todo para última hora, y de que probablemente el otro se hubiera retrasado más de la cuenta en la gasolinera, llamándola vaga y maleante y yo que sé cuantos improperios más.

No sé si soy una buena pastora, pero puedo asegurar que como ama de casa no me ganaría la vida. No celebro Halloween, porque para mí todos los días son Halloween.

Un día distinto, esta vez en una gran superficie comercial. Sí, entono el mea culpa, acudo a grandes superficies comerciales cuando en Tierra de Campos y Benavente - Los Valles disponemos de una excelente selección de comercios familiares y de proximidad para elegir a gusto.

No sé si soy una buena pastora, pero puedo asegurar que como ama de casa no me ganaría la vida. No celebro Halloween, porque para mí todos los días son Halloween. Vivo en un Halloween perenne en el que las telas de araña y el polvo acumulado son uno más de la familia. A veces, hasta me quedo sin comida. Literal.

Y sólo hay dos opciones, tomar un café torero y regresar al curro, o entrar en una gran superficie comercial, que es la única que puede permitirse abrir 24 horas al día y comprar algo para comer. Fue ir a pagar, y tener que aguantar como un energúmeno, de esos que sólo vienen al pueblo para ejercer la singular tarea de saquear arcones y despensas, se desgañitaba arremetiendo contra la humilde cajera, vociferando que en El Foro es algo inaudito que una empleada atienda a tanta clientela. Como en el caso anterior, ni una sólo crítica al jefe.

El fuego amigo es como un ruin imperativo antropológico español. En vigor desde antes de que Joan Puigcercós de Esquerra Republicana dijera aquello de que “en Andalucía no paga ni Dios”, mis paisanos le inundaran el Mail con sus declaraciones del IRPF y la exigencia de que las pagara él, y el pueblo catalán se posicionara con el político y en contra del pueblo andaluz.

Desde mucho antes de que Duran i Lleida del Partido Nacionalista Catalán, o cómo se denominen ahora con el fin de eludir la acción de la justicia, diferenciara que “mientras que los payeses trabajaban de sol a sol, los jornaleros se pasaban la matina tomando vinos en el bar”.

Por muy democristiano que se crea, Duran i Lleida desconoce la Biblia, que en Proverbios 12:23, anuncia como “El hombre sabio calla su sabiduría, mientras que el corazón del hombre necio pregona su necedad”. En el rural sabemos de sobra que los campesinos trabajan por temporadas, con meses en que se curra menos que un político, y otros en los que se labora bastante más que de sol a sol. Y por eso mismo, dolió tanto el que los payeses apoyaran al hombre necio en detrimento de sus compañeros de faena.

Fuego Amigo es una expresión del argot militar, que define un incidente armado cometido contra los nuestros por error. Me gustaría creer que todo lo relatado arriba fue por error. Y al mismo tiempo, no me puedo quitar de la cabeza esa apócrifa frase atribuida al Canciller Von Bismarck, en la que éste manifiesta su admiración por el furor hispano que nos impele a luchar hermano contra hermano desde el Big Bang hasta el Ragnarok.

(*) Ganadera y escritora