A quien corresponde se muestra incapaz de pararles los pies a los de la CUP, ERC, En Comú, Junts y toda la retahíla subsiguiente de siglas que se sitúan a la izquierda y en el independentismo catalán. Sus agravios, sus burlas, sus injurias y ultrajes a la figura del Rey, a la Monarquía en su conjunto, a la bandera de España, a las Fuerzas Armadas y a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, son tediosas, insufribles y absolutamente punibles, por mucha libertad de expresión a la que se quiera recurrir. Sus provocaciones constantes deberían tener la respuesta judicial que todos los españoles de bien seguimos esperando.

Una de las políticas independentistas que se emplea más a fondo en agraviar la figura del Rey de España, es la alcaldesa de Barcelona. Recordemos que esta señora, que según una encuesta municipal se ha convertido en el segundo problema para los ciudadanos de Barcelona, procedió en su día a la retirada de la fotografía o el retrato del Rey de España, vulnerando una norma básica que deben cumplir todos los Ayuntamientos. Pues bien, “por imperativo legal” tal y como ha dicho la primera edil, la efigie del Rey vuelve a colgar del salón de plenos de la Casa Consistorial.

Hasta ahí todo puede parecer correcto, a simple vista, si no fuera por las dimensiones de la especie de ‘estampa’ o ‘postal’ que la Colau ha mandado colgar en uno de los laterales de la sala. Un cuadro ‘discreto’ como corresponde a estos tiempos de crisis con el que da cumplimiento a la sentencia del Tribunal Supremo que obligaba al consistorio a colocar la imagen de Felipe VI. La Colau había dejado en manos de los servicios jurídicos del Ayuntamiento el cumplimiento de la sentencia, como así ha sido. No contenta con la hazaña consistente en el tamaño de la foto, la Colau aprovechó el último pleno del curso para llevar una mascarilla con la bandera republicana.

El retrato de 30 por 40, el mínimo indispensable, solo es visible desde la bancada que, curiosamente ocupan Ciutadans, PP y ERC para disimular. El resto de partidos le dan la espalda. Y mientras, el Gobierno de España está como los tres monitos sabios. Esto no puede continuar así. Alguien tiene que poner orden, dar un golpe encima de la mesa y actuar. Porque cuando el diálogo es imposible, la democracia facilita otros mecanismos que en España parecen inexistentes.

¿Qué ocurriría si los constantes agravios al Rey se dedicaran en exclusiva a Pedro Sánchez? Seguro que, entonces, sí se tomaban cartas en el asunto. Siempre se podría culpar al facherío nacional.