El pasado domingo volvió a suceder. Un sector importante de la Zamora urbana se quedó sin luz. Las bombillas empezaron a hacer guiños y de ahí al apagón, unos segundos. Hubo un tiempo que los apagones se convirtieron en una situación casi cotidiana. Un incordio tanto en invierno como en verano. Cuando el apagón se prolonga, y esta vez se prolongó, todos pensamos en el causante. La compañía eléctrica anda estos días, por según qué zonas, también de apagón pero avisado porque nos cuentan que están modernizando las líneas, que buena falta tienen. De tres a cuatro horitas sin suministro eléctrico.

La gente está hasta el moño de la compañía en cuestión que tanto tuvo que ver con Zamora en otro tiempo, cuando esta ciudad y provincia pintaban algo, ahora no pintan nada por mucho que intenten colarnos lo contrario. Somos un cero a la izquierda, nos cae bien por ser tan poco reivindicativos, por no rebelarnos, por dejar hacer y dejar pasar.

No es de extrañar que el personal no hable precisamente bien de la firma, pero como hay más miedo que vergüenza, se lo callan. Debiéramos tener en cuenta la valentía del diputado de Deportes, Jesús María de Prada, que se ha llevado el aplauso unánime de cientos de zamoranos tras sus palabras, incisivas, acertadas, valientes, en la presentación del Trofeo Ciclista que en otro tiempo llevó su nombre. Dijo Prada, tras lo ocurrido hace tres años con el susodicho trofeo: “Es un ejemplo de desprecio y abandono de empresas que se han aprovechado de los recursos de la provincia y luego no son capaces de apoyar (o mantener su apoyo) a una carrera”. Más claro, agua del Tera.

Así queremos a nuestros políticos, poniendo las peras al cuarto a quienes haya que ponérselas, aunque sea un Goliat como Iberdrola frente a un David como un diputado provincial de Zamora. Sólo que este diputado es como el primo de Zumosol. Prada no es de los que se muerde la lengua y deja pasar las ocasiones. Afortunadamente. Tenemos que acostumbrarnos a perder el miedo, que no la vergüenza, y a empezar a decir las cosas como son. Es una putada como un castillo que se nos vaya la luz. Es una putada como un castillo que seamos la última ciudad en modernizar las líneas. Y más putada es que no sepamos estar a la altura de nuestras propias circunstancias. Nos hemos dejado llevar y he ahí el resultado.

También es verdad que no se saben negociar las oportunidades. Vienen a sacarnos hasta las entretelas sin nada a cambio. Y eso, reza para todos.