Preguntas. ¿Qué significa eso de que cada vez estamos más cerca de la vuelta a la normalidad? ¿Qué demonios es la normalidad? ¿Alguien me puede explicar si hablamos de regresar al pasado, es decir, a la vida que llevábamos antes de la llegada del virus asesino o, tal vez, a otros modos y maneras de ser mucho más pretéritos? ¿O hablamos por hablar y lo único que deseamos es que nos dejen en paz y que cada uno haga lo que realmente le apetezca? ¿Cómo es posible que algo tan importante en nuestras vidas aún no hayamos sido capaces de resolverlo? ¿Será que preferimos la comodidad, que somos torpes de entendimiento y nos cuesta aprender o, más bien, que lo más conveniente y sencillo es practicar el deporte del “sálvese quien pueda” y sanseacabó? ¿Han imaginado cómo les gustaría vivir de ahora en adelante? ¿Y han pensado también con quién les gustaría compartir el viaje, el tiempo o lo que sea? ¿Se han parado a pensar en este cúmulo de circunstancias aparentemente tan mundanas o los ánimos ya no están para estos trotes?

Dudas. Algunas personas vivimos en un mar permanente de dudas. En mi caso, siempre ha sido así, desde la infancia hasta la actualidad, cuando pinto canas. Este modo de vivir es un rasgo distintivo (no quiero llamarla “habilidad”) de quienes se dedican a investigar los recovecos de la vida en sus múltiples dimensiones: desde los orígenes del universo, la detección de virus y bacterias, la génesis del cáncer, las modificaciones genéticas, etc., hasta las distintas circunstancias de la vida cotidiana: el poder, la desigualdad, la pobreza, la exclusión social, las creencias, los símbolos, la violencia, la dominación, el control, el racismo, etc. Dudar es una característica muy humana. Además, sin dudas, no hay preguntas ni interrogantes. Y sin preguntas, ya saben: la ciencia no puede resolver los problemas que tanto nos afligen. En resumen, dudar debería formar parte de nuestra manera de ser, indistintamente de que nos dediquemos o no a la investigación física, epidemiológica, vírica, filosófica, económica o sociológica.

Provocación. Si se fijan, los dos apartados precedentes (preguntas y dudas) están entrelazados. Los interrogantes del inicio surgen porque las dudas sobre las circunstancias de la vida cotidiana me siguen ocupando y preocupando. Y por eso las planteo: porque sin dudas no hay interrogantes y sin la resolución de estos es imposible seguir avanzando. ¿Y en dónde está la provocación del título? La experiencia acumulada durante más de 30 años de carrera docente en la Universidad de Salamanca y en otras instituciones, empresas, organizaciones, etc., con las que he colaborado en múltiples eventos, me indica que la gente apenas se hace preguntas, que no disfruta con los interrogantes y que, en definitiva, el ejercicio de la reflexión permanente supone una carga. Sin embargo, también he observado que cuando se practican estas cuestiones en talleres o juegos de simulación, entonces las cosas cambian y el panorama se ve con otros ojos. Por tanto, mi provocación es una invitación amable a pensar, dudar y preguntar. Pero siempre.