Lo del Gobierno de Sánchez, en relación a las formas como ha gestionado y sigue gestionando la pandemia de la Covid 19, si no de chiste, que no creo, es para echarse a llorar.

Primero fue la no adopción a tiempo de las medidas de contención y control de la enfermedad, que desde fechas muy tempranas empezó a recomendar de forma insistente la OMS (Organización Mundial de la Salud) en previsión de lo que pudiera pasar. La excusa fue, según afirmó el ¿experto? Simón, que aquello que se había desatado en China no era más que una gripe, que a los españoles apenas nos llegaría a afectar; si acaso, dijo, puede que se produzcan algunos casos aislados, pero poco más (¡Bravo señor Simón, acertó de lleno!).

Yo, al doctor Simón, como responsable y portavoz del equipo de ¿expertos? que puso el Gobierno de España al frente de la lucha contra la pandemia, lo definiría como “el cabeza de turco que eligió el presidente Sánchez para evitar que las críticas que pudieran llegar por la gestión de la COVID 19 pudiesen suponer un desgaste para su gobierno”.

Después vino lo de negar que fuera conveniente o necesario el uso de las mascarillas para evitar los contagios -los ¿expertos?, por boca de su portavoz, primero dijeron que el uso continuado de las mascarillas podía ser perjudicial para la salud, para pocas semanas más tarde terminar diciendo que su uso era imprescindible para luchar contra el coronavirus-

Con posterioridad se entró en la batalla de competencias entre el Estado y las comunidades autónomas. Hasta el punto que, a fecha de hoy, ningún español tiene claro quien tiene, o debe dirigir la gestión de una pandemia en España…

Después, con el inicio de la vacunación y las informaciones contradictorias acerca de qué vacunas eran las que tenían mayor efectividad, cuáles eran las que habían producido menos efectos secundarios, cómo había que hacer el reparto entre las comunidades autónomas de las dosis que fueran llegando etc., se entró en la penúltima sospecha provocada por el Gobierno, acerca de si era o no discriminatorio el trato que estaba dispensando a las autonomías llegándose a oír la queja de Madrid, en plena campaña electoral, culpando al Gobierno de estar repartiendo las dosis sin criterio alguno y de estar dando datos inexactos acerca la incidencia de la pandemia en la comunidad madrileña, con el único fin de intentar desgastar a la candidata Ayuso. En esto último, es patente que al Gobierno de la nación “le salió el tiro por la culata”.

Y, por si no nos parecía suficientemente desafortunada la gestión que llevaba haciendo el Ministerio de Sanidad de la maldita pandemia, hace un par de meses, cuando se empezó a tener conocimiento de las informaciones, tendenciosas o no -la guerra entre las farmacéuticas ya estaba haciendo estragos- que a nivel mundial fueron haciéndose públicas, acerca de los efectos secundarios de la vacuna de AstraZeneca -al parecer, un porcentaje bajísimo de los inoculados con dicha vacuna habían sufrido trombos que, en un número mínimo de casos, habían ocasionado la muerte- las autoridades sanitarias mundial y europea (OMS y EMA -Agencia Europea de Medicamentos-) coincidiendo en el diagnóstico de que: “los casos de trombosis detectados, al ser insignificantes porcentualmente hablando, no pueden ni deben condicionar el uso de la vacuna de AstraZeneca, ni la estrategia de vacunación”, siguieron recomendando el uso de dicha vacuna como lo que es, una vacuna muy eficaz en la lucha contra la Covid 19”.

Semanas más tarde, y sin que la EMA ni la OMS hubiesen cambiado de criterio, al Ministerio de Sanidad no se le ocurrió nada mejor, para seguir alimentando la confusión, que congelar la administración de la segunda dosis de AstraZeneca a quienes ya hubiesen recibido la primera, y anunciar que su recomendación era que la segunda fuera con Pfizer, y que si alguien insistiese en querer ponerse la de AstraZeneca, debería firmar un consentimiento informado… Tal instrucción entró en vigor el lunes 24 de mayo en algunas comunidades autónomas, y como prueba de que los ciudadanos quisieron “enmendarle la plana al Gobierno” bastaron las colas que se vieron en los vacunódromos en las sesiones fijadas para la inoculación de las segundas dosis a los que ya habían recibido la primera de AstraZeneca -mientras muy pocos solicitaron la de Pfizer, la inmensa mayoría de los que fueron a ponerse la segunda eligieron AstraZeneca-

Señora ministra de Sanidad, se lo podrán decir más alto pero no más claro.

¿Cabe mayor despropósito?...

Juzguen ustedes.