En España hay una vieja tradición polemista entre los simpatizantes de los partidos políticos de izquierdas y los de derechas que siempre ha tenido dividido al país. Durante los gobiernos de Felipe González esa polémica se canalizó hacia el fútbol. Ahora con la irrupción de Vox en la política nacional y el giro hacia la extrema derecha del Partido Popular se ha puesto en evidencia el fondo intransigente de estos partidos con las clases más desfavorecidas de la sociedad. Con frecuencia me pregunto ¿cómo hemos podido llegar a esto?

La cuestión de la intransigencia debió ser clara en el debate (en TVE) de los candidatos a presidir la comunidad de Madrid. Digo que debió ser así porque al día siguiente a las ocho y media de la mañana, después de un baño reconfortante para mantener a raya mis cervicales, mientras me cambiaba en los vestuarios apareció el polemista de derechas, viejo conocido por su ideal del “palo y tente tieso”.

Por la banalidad de su discurso en el debate televisivo entre candidatos me dio la impresión de que Isabel Díaz Ayuso tenía como ideal al expresidente Trump y por mentalidad la de un cabo de los guardabosques de Fernando VII

El vestuario masculino es una habitación pequeña en la que los armarios están pegados a una pared, en el otro lado están las duchas, un espejo y unos lavabos, en el centro, un par de bancos de madera en los que nos sentamos para vestirnos.

El polemista daba por supuesto que yo habría presenciado el debate de la TVE y que la ganadora, según: “su leal saber y entender”, era la actual presidenta del Legislativo de la Comunidad de Madrid, doña Isabel Díaz Ayuso. Querido amigo –le contesté– solamente aguanté durante la primera media hora, y a mí la presidenta me pareció un personaje de Mafalda pero carente de ironía, que estaba de botellón y que tomaba a sus adversarios políticos como si fuera el rey Sol dirigiéndose a la servidumbre de palacio. Hannah Arend, durante los juicios a los dirigentes nazis en Núremberg acuño la expresión “la banalidad del mal”. En lo que yo oí, por la banalidad de su discurso me dio la impresión que tenía como ideal al expresidente Trump y por mentalidad la de un cabo de los guardabosques de Fernando VII. Qué desolación, la persona que debería ser la antorcha del lenguaje más respetuoso me impulsa a protegerme de oír vulgaridades. Qué banalidad de pensamiento. Que alguien le de unas lecciones de cortesía parlamentaria.

Estoy perdiéndome de disfrutar del mejor rato de lectura de todo el día, me fui a la cama y elegí el libro de la escritora india Arundhati Roy, “El dios de las pequeñas cosas” y leí el capítulo “La mariposa de Papachi” en el que hace una bellísima descripción del musical “Sonrisas y lágrimas”. Tuve la tentación de mandárselo a la señora presidenta porque creo que le faltan algunas lecturas.

Cuándo me disponía a enviar este artículo me llegó la noticia de la amenaza al más puro estilo de la mafia siciliana, con un cartucho de cetme dentro de un sobre, al Ministro del Interior, a la directora general de la Guardia Civil y al presidente del partido político “Unidas Podemos”. Hoy me he informado por este periódico que también ha sido amenazado el zamorano Javier Iglesias, padre del político de Podemos. Esto me ha recordado el hecho sucedido en una conversación por teléfono el mes de noviembre de 1923 entre el ministro del Interior alemán y Hitler en la cual éste le dijo lo siguiente: “Señor ministro, le doy a usted mi palabra de honor de que nunca mientras viva intentaré un golpe de Estado” a lo que el ministro, Schweyer, le contestó: “Con todo el respeto que me merece su palabra de honor, debo advertirle que si continúa pronunciando discursos como los que le son característicos, el torrente se desbordará un día por impulso propio… y a usted lo arrastrara la corriente”. Lo rehice para añadir el hecho histórico entre los dos personajes citados.

(*) Portavoz del PSOE en el Ayuntamiento de Peñausende