La lectura es una facultad intelectual, por la que nos informamos y formamos mediante la interpretación de un conjunto de palabras, números o símbolos, que el cerebro sabe interpretar dando un sentido al conjunto. Leer en el fondo implica identificar y comprender, y con ello establecer un criterio.

Esto significa que la lectura puede tener diferentes objetivos, disfrutar o pasarlo bien, reflexionar, obtener una información concreta, conseguir una determinada formación, etc. Existen dos tipos de lectura singulares, el musical, cuyos signos son originales, y el braille, específica para las personas que carecen del sentido de la vista, siendo su tacto el que sabe dar sentido al relieve que acaricia.

La lectura surgió 3.500 años antes de Cristo, como inscripciones simbólicas que los antiguos realizaban en la vasijas de arcilla, material sensible, y que permitía después de su cocido, perpetuar el mensaje, se trataba de signos o símbolos, cuyo significado era accesible a un número pequeño y privilegiado de población.

Con el transcurso de los siglos, se fue desarrollando un tipo de escritura más compleja, incrementándose así la cantidad y calidad de la información, de esta forma se fue convirtiendo en una actividad pública, pues los textos podían ser leídos públicamente, aunque en principio esto estaba reservado para los monasterios. En el siglo XV, dio un enorme paso la difusión de la lectura, con la publicación de los textos gracias a la imprenta, y fue en el siglo XIX cuando se inició el desarrollo de una lectura individual. En el siglo XX surgieron diferentes soportes técnicos, que acercaron la lectura a la población.

Aprender a leer es un proceso que normalmente da comienzo a muy temprana edad, primero, imitando a hermanos mayores o padres se puede comenzar a distinguir alguna letra, pero es en la escuela, en la que de forma ortodoxa y en grupos de la misma edad, se comienza el aprendizaje, preámbulo de una formación, en la que se da el proceso de la escritura.

En la actividad lectora, los ojos recorren las letras, y la corteza cerebral recibe información que transmite a las distintas áreas cerebrales, para el ejercicio de su operatividad, el cerebro así se va modificando, incrementándose su materia gris.

La lectura requiere de los movimientos oculares, que permiten entender lo que ven, palabras o símbolos, y de forma simultánea surge la información, que puede o no ser consciente, y desde aquí llegar al cerebro con capacidad para comprender.

Los beneficios de la lectura son innumerables. En principio la lectura separó de forma radical la prehistoria de la historia, gracias a la lectura que pudo decodificar símbolos, hemos tenido noticias de hábitos y costumbres de nuestros antepasados.

Una actividad que nos democratiza y enriquece, al acercarnos al conocimiento y desde éste a la posibilidad del diálogo y el poder más importante, del que depende la transformación social y el progreso

Nos acerca al conocimiento de las cosas, a su interpretación, y al valor que ello tiene para el individuo y la sociedad. Nos entretiene, rompe nuestra soledad, mostrándonos pueblos, civilizaciones, flora y fauna y sus diversas relaciones, algo que a la vez de entretener enriquece.

Nuestro interior madura, sentimos, vivimos, palpamos otros horizontes, y ello implica revitalización de nuestras capacidades, se hacen más flexibles, y lentamente nos van trasladando a lugares imaginarios diversos, aumentando nuestro horizonte y con ello nuestro mundo interior.

Se enriquece nuestro vocabulario, nuestra fluidez verbal se hace más versátil y flexible, crece nuestra empatía por el acercamiento a otros individuos, permitiendo que nos conozcamos más y mejor, surgiendo emociones de todo tipo, ira, venganza, pena, entusiasmo, dependiendo del texto, nos permite, además, conocernos mejor y ayudarnos a madurar, al ir instalándonos en diferentes experiencias, y reconocer, a la vez de educar, nuestras emociones.

Es una de las fuentes de desarrollo y maduración del individuo, es educativa porque nos acerca al mundo, y al resto de los seres, mediante el habla que implica la audición, y con ello la capacidad de trasmitir y almacenar o concentrarse, y memorizar.

Hay una lectura más intensa y profunda y es la que se da en el silencio, pretendiendo comprender cada símbolo y su relación a la vez de su retención, este esfuerzo requiere atención y concentración, un lapsus impediría la concatenación ordenada de los conceptos expuestos.

Se hace incomprensible observar, como nos preocupamos del cuerpo buscando su equilibrio y perfección, a la vez de cómo nos despreocupamos de la mente, del área intelectual, sabiendo entre otras cosas que son múltiples los beneficios de la lectura, para la que acuñaron los romanos, “ni un día sin leer una línea”.

Nos permite, gracias a su estímulo intelectual, desarrollar la atención, concentración y memoria, las capacidades de pensar, reflexionar y deducir, y con ello progresar. Es la actividad que permite la interpretación y el discernimiento de lo escrito, junto a la aplicación u operatividad del significado.

Es por último, una actividad que nos democratiza y enriquece, al acercarnos al conocimiento y desde éste a la posibilidad del diálogo, que además se puede ejecutar a todas las edades, y quizás sea el poder más importante, del que depende la transformación social y el progreso.