El anuncio de la Superliga, con Real Madrid, Barça y Atlético de Madrid como protagonistas, acaparó durante varios días la actualidad desplazando de los principales titulares a la pandemia, a la vacunación e, incluso, a las elecciones de Madrid, que ya es decir. Y nos permitió saber algunas cosas que la mayoría ignorábamos, aunque intuíamos: intereses económicos multimillonarios, zancadillas, traiciones, ruinas bajo apariencias de lustre y boato, mafias, corrupción, defensa a muerte de sueldazos por hacer poco o nada, manipulaciones y así podríamos seguir casi hasta el infinito.

A mi juicio, Florentino Pérez y demás compañeros mártires se equivocaron en varios frentes. El primer error de bulto fue no calcular la reacción de los aficionados, no acabar de entender que el fútbol tiene un valor sentimental muy fuerte. No todo el mundo es de los equipos que ganan ligas y copas y disputan las grandes competiciones. Hay muchísima gente, millones de personas, que siguen y llevan muy dentro los colores del equipo de su tierra. Y toda esa gente entendió enseguida que el proyecto de Superliga europea iba dividir el balompié entre clubes ricos y pobres, entre una élite forrada de millones y un lumpen con apenas ingresos para sobrevivir y, además, sin el atractivo de poder ver al Real Madrid o al Barcelona enfrentarse en Zorrilla al Valladolid y poder ganarles o al Betis en el Villamarín.

Cuando Florentino intentó aclararlo ya era tarde, ya se había desatado, especialmente en Inglaterra, una ola de oposición y protestas que hizo que recularan los seis equipos británicos que se habían apuntado a la Superliga. Sus directivas y propietarios (desde jeques árabes a especuladores rusos y norteamericanos) prefirieron no enfrentarse a sus hinchas; era demasiado el riesgo, el boomerang podría alcanzarles a ellos y causar más destrozos que los supuestos beneficios de la nueva competición. Así que en dos días el ejemplo de los seis ingleses (la mitad de los clubes comprometidos) fue copiado por dos italianos, Inter y Milán, y por el Atlético de Madrid, en el que ya se había hecho patente el profundo malestar de los hinchas y el rechazo de Simeone y de los jugadores. Los presidentes de Real Madrid y del Barça se quedaron solos. El de la Juventus, otro de los grandes impulsores, ni fu ni fa. Ni se retira del todo ni se queda del todo. Explica las ventajas de la Superliga, pero…

No todo el mundo es de los equipos que ganan ligas y copas y disputan las grandes competiciones. Hay muchísima gente, millones de personas, que siguen y llevan muy dentro los colores del equipo de su tierra

Otro de los errores graves de Florentino, Laporta y demás fue no sopesar la capacidad de maniobra y la falta de medida y escrúpulos de UEFA, FIFA, federaciones nacionales y otros organismos para chantajear y amenazar. ¿Pueden estos entes prohibir jugar la Eurocopa de Naciones y el Mundial a los jugadores que participen en la Superliga? Pueden, pero ya veríamos lo que dirían los tribunales de justicia porque está claro que el litigio acabaría ahí. Y está claro también que muchos de los que no apoyamos la Superliga tampoco estamos a favor de la forma de actuar de UEFA y FIFA. ¿Qué arriesgan estos organismos? Organizan cada vez más competiciones para sacar más dinero, pero quienes ponen los jugadores son los clubes, que son los que pagan las fichas y los que pueden quedarse sin sus estrellas por lesiones producidas con la camiseta de su selección. Quien resulta perjudicado es el Barcelona y no Argentina si Messi se tira un par de meses de baja por un percance ocurrido en la Copa América. Pero, claro, si la Superliga sale adelante sin que la UEFA meta cuchara, este organismo pierde poder, mucho poder. Y algunos pierden más cosas. Por ejemplo, su presidente, Alessander Ceferin, que cobra 2,2 millones de euros al año por hacer ¿qué? ¡Cómo no va a defender con las armas que sea, mentiras incluidas, que nada cambie!, ¡cómo no va a crear estados de alarma para que todos los clubes que en el mundo han sido se opongan a la Superliga!

Y algo parecido cabría decir de LaLiga española, que intentó llevar el Girona-Barça a Miami para embolsarse sus buenos dólares. O de la Federación Española que vendió a Arabia Saudí la Supercopa a cambio de su buena ración de petrodólares. ¿Ahí no se perjudica a los aficionados hispanos que quisieran ir a ver en directo a sus equipos? Por no hablar de la FIFA que ha llevado el próximo Mundial a Qatar. Se jugará en invierno con el consiguiente daño para las competiciones nacionales, para la Champions y para los choques clasificatorios de la Eurocopa 2024.Y así podríamos seguir otro ratito.

En resumen, que la Superliga me parece un mal invento que va contra la esencia del fútbol, pero eso no quiere decir que acepte ni apoye la situación actual, con UEFA y FIFA en manos de gentes algo más que sospechosas. Si no hay cambios, habrá más rebeliones. Y quizás alguna cuaje.