Está preparada desde las diez. Hoy no tocan a misa, pero es lo más parecido a un domingo que ha tenido en más de un año. Bien bañada, ropa de fiesta, la cacha bonita, zapatillas de estreno; el monedero bordado que le trajo la nieta de algún país latinoamericano y dormía impoluto en la cómoda.

- ¡Había que lucirlo!, dirá.

A las once ya están los ocho. A la abrigada de “las escuelas”. Las escuelas que no lo son desde hace “lo menos cuarenta o cincuenta años”. El consultorio que no lo es desde hace más de uno. -Buenos días, ¿qué tal andamos? -Nunca peor, responderá el practicante. Trae las vacunas.

Dan las doce y en la lumbre arde la doble mascarilla. El jersey de domingo, la cacha bonita y el monedero maya se airean en el patio.

Al brasero, con una chaqueta de Mango de la nieta, hacen un censo oral del pueblo.

-Dentro de poco aquí no queda nadie.

El reloj sigue por la hora de antes, pero ya es la una. Ningún síntoma, no hay fiebre ni dolor de cabeza. El brazo de la picada sí molesta. -Pero bueno, eso es como la de la gripe. Ha sido lo mismo que la de la gripe. A mí la de la gripe nunca me ha hecho mal.

Son las dos y en la tele siguen hablando de AstraZeneca. Qué difícil de pronunciar.

- ¿Y la mía cómo se llama?

-Pfizer, es la mejor, tú tranquila.

A las tres no irán a tomar café, que la vacuna tampoco es inmediata. Milagros, a Lourdes. Faltan tantos por recibirla. Tocará seguir cuidándose. -Yo como ahora soy de clausura.

Menos mal que aquí las casas son grandes. Ya no va a misa, no sale al panadero, ni al frutero, y al cementerio solo sube a la hora de comer, cuando no hay nadie. Por el jardín siempre pasan, cuesta arriba y cuesta abajo, los mismos. -Si es que casi no se ve un alma.

Estos días, después de semanas de espera, por fin les llamaron. Los mayores de 80 años ya pueden separarse un poco del teléfono fijo. Ya tienen la segunda cita: en 21 días. Falta menos para que 20,000 zamoranos respiren un poco más tranquilos. Han vivido una guerra, una posguerra, treinta y seis años de dictadura y una de las peores pandemias de la historia. Se merecen volver a soñar con su viaje a La Manga.