El mundo ha cambiado. La pandemia sanitaria provocada por el COVID-19 nos ha hecho cambiar nuestra forma de entender la realidad, de interpretar los acontecimientos y nos ha obligado a digerir diariamente pésimas noticias, a asumir cifras inimaginables de fallecidos y a interpretar titulares que a ningún periodista le hubiese gustado escribir. Desde hace aproximadamente un año todo parece ir cuesta abajo para una provincia que apenas estaba levantando cabeza de la sacudida provocada por la crisis de 2008. En medio de una realidad gris, tirando a negra, aparece un reducto de ilusión que tiene nombre propio, y no es otro que el del Zamora CF. Cierto es que el deporte siempre ha sido un desahogo, tanto para el que lo practica como para el aficionado de a pie y para aquellos seguidores que se dejan la garganta y los nervios semana tras semana animando a los suyos, y ahora, después de años de zozobra y de deambular por el desierto sin rumbo, el club rojiblanco vuelve a ser ese clavo al que agarrarnos y que genera ilusión hacia el futuro incierto.

El fútbol, ya lo dijo Jorge Valdano, es lo más importante de las cosas menos importantes. Pruebas sólidas demuestran lo que el deporte de masas, que volverá como era tras la pandemia que ha vaciado los recintos deportivos de aficionados, es capaz de hacer incluso en las ciudades más pequeñas. Cercano nos queda el efecto Numancia en Soria cuando el equipo logró el sueño de llegar a Primera División. A un nivel más modesto, en Zamora se hizo taquilla y leyenda a un mismo tiempo cuando tocaban como rivales en la Copa del Rey a las estrellas del Barcelona. Sin coronavirus y las consiguientes restricciones, el impacto de la visita del Villarreal este año hubiera dejado huella positiva en una ciudad tan volcada en el sector servicios, tan dependiente de las visitas que llegan de fuera, ahora reducidas al mínimo.

Por, eso, en estos momentos ver al Zamora CF en lo más alto de la clasificación debe producir de modo obligado una satisfacción para todos los zamoranos, también para los menos futboleros. El regreso del Zamora CF a la Segunda División B el 25 de julio de 2020 supuso abrir la puerta a una época dorada que parecía absolutamente olvidada y para los más pesimistas imposible de repetirse. Lejos estaban los años de los play-off de Castellón o Vallecas. por ser en los que más cerca se estuvo de dar el salto al fútbol profesional. Y es que, desde 2010 la situación de la entidad del Duero se fue tornado cada más complicada. Deudas, números rojos, denuncias de proveedores, impagos a jugadores, sangría de abonados que dejaban su asiento libre… Nada iba bien. La actualidad deportiva quedaba a un lado para hablar constantemente de números y de unas arcas vacías, y todo llevó al mayor de los desastres cuando en 2015 se fraguaba el descenso a Tercera División, algo con lo que se llevaba tiempo coqueteando y que se hizo realidad. Nadie va a negar ahora las buenas intenciones, que siempre se presuponen o, al menos, deben presuponerse, de los dirigentes cuyas decisiones trataron de reconducir la situación con inversiones y apuestas que no hicieron más que agrandar un problema que tenía mala solución.

En los mentideros de la ciudad la posible desaparición del Zamora CF generó una pizca más de desesperanza a la mochila del futuro de un territorio para el que todo pintaba negro. Pero el club reacción a tiempo para modificar su forma de gestión. Tenía en la vecina Salamanca el triste ejemplo de la desaparición de un club que llegó a militar en Primera División. Los socios del Zamora, sin embargo, se mostraron generosos y aprobaron la conversión del club deportivo que aman en Sociedad Anónima Deportiva, lo que significaba cambiar de forma drástica todo a lo que estaban acostumbrados. Renunciaban al poder de decisión, las inacabables asambleas, ni discusiones infinitas sobre el precio de los abonos. Se optó por el que parecía el único camino a seguir.

Un inversor llegado de fuera, el Grupo Vivir aterrizó en el Ruta de la Plata y desde que puso un pie en el estadio algo cambió. Los problemas económicos se solventaron de un plumazo, o más bien a golpe de talonario: desaparecieron las deudas y se dejaron atrás los titulares financieros para centrarse en lo más importante y en lo que tanto se añoraba: el fútbol. La ilusión regresó a unos aficionados que empezaron a volver poco a poco al estadio, aunque cierto es que no todo eran alegrías, pero sí era todo deporte, solo se habla de deporte rey. Se falló a la primera, pero no a la segunda, y en mitad de una pandemia sanitaria, sin público en las gradas, se lograba dar el salto de categoría. Ese fue solo el principio de un equipo que ha decidido no dejar de soñar y demostrar que ellos, unidos contra todo, van a llegar hasta el final o hasta donde les llegue la gasolina, pero parece que todavía tienen combustible para rato. Por ahora, este grupo de chavales -a algunos de los cuáles hemos visto crecer- no ha encontrado techo y su solidez ha visto sus frutos.

En estos momentos, el Zamora CF tiene en su mano, a falta de tres jornadas para que concluya la primera fase de la Liga regular, alcanzar la Primera División RFEF (conocida vulgarmente como Segunda B PRO), nuevo y último peldaño ideado por el actual presidente de la Federación Española, Luis Rubiales, para alcanzar el fútbol profesional, aunque su lucha también incluiría poder pelear por la Segunda División A si aguantan entre los tres primeros este último envite de la competición. El salto a nivel deportivo sería de enorme dimensión por todo lo que el fútbol genera a su alrededor. Zamora y provincia también se verían beneficiados. Todos nos veríamos favorecidos si esta plantilla logra subir un escalón más en una temporada que ya de por sí es un éxito.

A nadie se le puede olvidar la época “pre-COVID-19” cuando un buen partido “dominguero y deportivo” atraía a la ciudad a centenares de aficionados rivales que llenaban los establecimientos y en el mejor de los casos se hospedaban en los hoteles. Inyecciones económicas que podría repetirse en los próximos meses, siempre y cuando la movilidad lo permita. Para los negacionistas, que en este asunto también los hay, hay que tener claro que el bien del Zamora CF será el bien de la ciudad y de una provincia que no está sobrada de alegrías. Esta plantilla parece decidida a darnos una grande y, en el peor de los casos, la lección de unidad, esfuerzo colectivo y superación de adversidades ya supone todo un ejemplo a seguir por el conjunto de la sociedad zamorana.