Hoy no me queda más remedio que hablar de la comarca de Aliste, ese espacio del oeste de la provincia que llevo incorporado en mi segundo apellido y en el ADN de mi memoria, como luego verán. Pero si hoy la traigo a colación no es para hablar de mí sino por la noticia que aparecía el viernes en este periódico. El titular no podía ser más elocuente: “Los curas de Aliste conquistan las ondas”. Así, como leen. Cuando lo vi, no pude por menos que devorar el reportaje y, a renglón seguido, ordenar mis ideas. Me explico: que el Arciprestazgo de Aliste y Alba haya puesto en marcha la primera radio itinerante rural entre España y Portugal me parece un proyecto que va mucho más allá de los aspectos puramente religiosos. Pero no me sorprende, porque, hasta donde yo sé y he podido cotejar con mis propios ojos, la trayectoria de la inmensa mayoría de los curas en la zona siempre ha conjugado la vertiente religiosa con la del compromiso social, impulsando, apoyando o liderando, como ahora, iniciativas de desarrollo comunitario.

El proyecto entronca con la filosofía de las radios comunitarias, tan visibles en algunos países latinoamericanos y que no solo sirven como vehículo de noticias sino como herramienta para la cohesión y el fortalecimiento de la identidad colectiva de una comunidad. Porque este tipo de propuestas es lo que buscan: crear, impulsar y fortalecer los vínculos entre las personas, las organizaciones y las entidades de una zona, sea aquí o allá. Y con la iniciativa de los curas de Aliste me parece que también se pretende algo muy similar: crear conciencia de comunidad para seguir pegados a un territorio que tiene por delante muchos desafíos y retos que resolver, como la soledad y el cuidado de las personas mayores, la prestación de servicios esenciales, el futuro de la juventud, el desarrollo sostenible, las brechas de género, etc. Del mismo modo que viene haciendo Radio Samir, otra maravillosa experiencia radiofónica que merece, una vez más, mi reconocimiento por seguir fortaleciendo las ilusiones y los sueños de tanta gente.

Estas iniciativas son además la prueba de que no podemos aceptar ni asumir, sin más, el concepto de la “España vacía”, ya que, sin pretenderlo, se ha colado en el imaginario colectivo con mucha fuerza, aunque no sirva para explicar adecuadamente los problemas del mundo rural. Por ejemplo, que en una zona con baja densidad de población, con unos índices de envejecimiento elevados y unas tasas de decrecimiento de los recursos humanos tan significativas, como Aliste, surjan este tipo de proyectos significa que no está vacía. Porque si hablamos de retos, problemas y dificultades es precisamente porque aún hay personas que no se resisten a abandonar estos lugares, que siguen manteniendo muchas ilusiones y que en el fondo solo reclaman que se les trate con la misma dignidad que al resto de ciudadanos que residen en lugares donde el acceso a los recursos públicos es mucho más accesible que aquí. Por eso, mientras existan personas y entidades sociales que se preocupan por los demás, como en Aliste, habrá futuro. Ahí queda.