Me alegro que la noticia casi coincida con la toma de posesión del coronel Vicente González Martín como flamante nuevo subdelegado de Defensa en Zamora, a quien deseo toda suerte de éxitos. La noticia a la que me refiero está relacionada con el Tribunal Constitucional. El pleno del mismo concluyó el pasado martes que el ultraje a la bandera de España no está amparado por la libertad de expresión. ¡Ya era hora! Ampararlo en semejante ‘libertad’ no dejaba de ser una aberración. No hay país alguno del orbe democrático en el que sus ciudadanos hagan de y con la bandera que les representa lo que unos pocos han venido haciendo sistemáticamente con la bandera de España.

Aunque por una exigua mayoría, todo hay que decirlo, porque eso es precisamente democracia, el pleno del alto tribunal resolvió el recurso de amparo de un sindicalista que animó a quemar “la puta bandera”. ¡Tiene bemoles! Cuánto y cuanto gusta ese insulto tanto para dirigirlo a la bandera como a tantas y tantas mujeres como tienen que soportar casi a modo de saludo, como primer y único insulto el de “puta”, cuando no “zorra”.

Los hechos se remontan al 30 de octubre de 2014, cuando en una concentración ante el arsenal militar de Ferrol y en plena ceremonia de izado de la bandera española, el recurrente, representante de la Confederación Intersindical Gallega, gritó por un megáfono: “aquí tenéis el silencio de la puta bandera” y “hay que prenderle fuego a la puta bandera”. La concentración en realidad nada tenía que ver con los símbolos nacionales, se trataba más bien de una protesta de trabajadores del servicio de limpieza de las instalaciones militares por el impago de salarios. Pero, aprovechando el izado, la emprendieron con quien nos contempla en silencio, sólo movida por el viento: la bandera de España.

El insulto fue un ultraje en toda regla que no se puede ni se debe consentir porque de esa manera vamos a ir de mal en peor si somos incapaces de respetar al símbolo que nos identifica en todo el mundo. Y si los del griterío no quieren tener militares en su tierra ferrolana, que nos los envíen de inmediato a Zamora. Ya sé que esta plaza no es puerto de mar, pero lo habilitamos en el Duero si es preciso, para no quedarnos de nuevo huérfanos de una esperanza.

A ver si esta sentencia del Pleno del Tribunal Constitucional sirve para evitar que, de forma gratuita, se siga ultrajando de palabra y también de obra a la bandera de España. No es de recibo en una sociedad adulta.