Cuan poco duran las alegrías en casa de los pobres. Para ser sincera, en casa de los pobres hace tiempo que no hay alegría. La crisis, la pandemia, el paro, los ertes impagados, todo se ha confabulado para que la alegría sea un recuerdo. La alegría que pudo haber sido y no fue por culpa de infinidad de circunstancias, casi todas ajenas pero tangenciales a nuestra existencia. Una de las últimas malas noticias la ha facilitado Facua, contándonos, diciéndonos que el recibo medio de electricidad en noviembre que acabamos de dejar atrás ha experimentado una subida del 6% con respecto al mes de octubre, lo que sitúa el coste en 68,5 euros. Hago una lectura más rápida y contundente: el recibo de noviembre ha sido el más caro en lo que va de año.

Estamos hablando de casi 13 euros más cara al mínimo histórico de 55,71 euros. Una barbaridad que buena parte de las economías españolas no se pueden permitir. Esto de la luz no es como lo del alquiler. Si no pagas el recibo te cortan el suministro. Las familias españolas y multitud de empresas tienen verdaderas dificultades para poder afrontar el corte de suministros básicos como la electricidad y el gas natural. Las cifras no mienten. Más de 187.000 hogares, autónomos y compañías han tenido que recurrir en los últimos meses a ayudas y medidas anticrisis excepcionales para poder pagar sus facturas o para conseguir no hacerlo mientras dure el frenazo económico.

Cuando los bancos no responden o lo ponen todo cuesta arriba, ya se sabe a qué puerta, por cierto siempre abierta, llaman los afectados: Cáritas. Las administraciones en este sentido dejan mucho que desear. La burocracia está más presente que nunca en estos tiempos plagados de dificultades para tratar de seguir adelante. Los que apostatan de la Iglesias Católica podrán apostatar todo lo que quieran de su labor, pero si no fuera por instituciones de la Iglesia Católica como Cáritas, cuántos y cuántos plumeros iban a quedar al aire. Esta organización hace lo que deberían hacer las administraciones, los gobiernos, tanto el nacional como el autonómico. Menos promesas y más realidades. De promesas no vive el pobre.

Desde que se decretara el estado de alarma, más de 42.000 consumidores vulnerables se han acogido a los descuentos en la factura de la luz del bono social, eso dice el Gobierno que es a quien corresponde controlar estos subidones en las tarifas de la energía. Razones habrá para hacerlo que la razón no entiende porque nos lo explican mal empleando tecnicismo que no entendemos. Que arrojen luz cuantos antes.