Una función pedagógica enriquecedora sería hacer que nuestros jóvenes estudiantes aprendiesen en la escuela a decirse la poesía, a pronunciar con esas palabras sentimientos que nos alejan del dominio del pragmatismo y la tecnología imperante, con su lenguaje economicista de miseria, engaño y corrupción; que nos alejan de la indecencia y de la desmemoria que usan sus defensores para amparar cualquier vileza del presente con la impunidad de que nunca sea recordado. Hölderlin en su elegía “Pan y vino”, se preguntaba: ¿Para qué poetas en tiempos de crisis? Precisamente para eso. Para evitar que en épocas oscuras ocupen su lugar los ignorantes con poder que surgen de la patología social y de la manipulación de las palabras y sus sentidos.

Gerardo Seisdedos