Es arriesgado citar al río Bajoz para tratar de ensalzar el alegre fluir del agua, porque se corre el riesgo que alguien pueda salir al paso, ya que se trata de un río que permanece más seco que una castaña pilonga la mayor parte del año. Pero hay a quien le encanta meter las cosas con calzador, y trata de aprovechar cualquier resquicio para demostrar algo que le interesa o preocupa, aunque la circunstancia no venga mucho a cuento. Incluido la de servirse de un cuadro hecho unos zorros para defender al feminismo. Pero hay veces que el azar o la imprevisión juegan malas pasadas. Y eso ha ocurrido ahora, cuando una experta en arte, Concha Díaz Pascual, ajena al “Museo Nacional del Prado”, ha demostrado que la autoría de uno de los cuadros que figuran en la exposición antológica “Invitadas” (con obras de los siglos XIX y XX, ejecutadas por hombres y mujeres) un determinado cuadro no correspondía a la granadina Concepción Mejía, como decía la muestra, sino al almanseño Adolfo Sánchez Megías. Y su título no era “Escena de familia” sino “La marcha del soldado”.

Se trata de una obra, procedente del “Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía”, ya expuesta en 1895, en la Exposición Nacional de Bellas Artes, donde se le perdió la pista hasta no hace muchos años. Esa misma experta en arte ya descubrió, hace tiempo, otro desaguisado similar, aunque aquella vez en sentido contrario: una obra atribuida a un hombre, Emilio Carmona, que en realidad había sido ejecutada por una mujer, Emilia Carmena.

El mero hecho que una persona ajena al museo haya descubierto ese gazapo no dice mucho a favor del Prado. Pero es que, además, precisamente ese cuadro, cuyo estado de conservación es lamentable, pretendía demostrar la discriminación sufrida por las mujeres por parte de los hombres. La obra ha sido retirada inmediatamente de la exposición e iniciado el viaje de regreso a los almacenes, lo que parece indicar su escasa relevancia pictórica. De haber contado con la suficiente calidad, aunque hubiese sido eliminada, probablemente, no habría retornado tan rápidamente a los fondos de un cuarto oscuro.

Ello viene a demostrar que el cuadro que tuvo el honor de haber sido expuesto en una de las pinacotecas más importantes del mundo, no lo hizo por sus méritos, sino por el mero hecho de haber sido pintado, presuntamente, por una mujer. Y eso, poco viene a ayudar al movimiento feminista. De hecho, dos asociaciones de mujeres, “Red de investigación en Arte y feminismo” y “Mujeres en las artes visuales”, han llegado a tachar la exposición como de “una oportunidad perdida” y de “volar sobre la misma la misoginia”. Es lo que tiene la cosa de mezclar el culo con las témporas.

Gran parte de la superficie del cuadro se encuentra en estado tan lamentable, que el propio comisario de la exposición ha llegado a decir que resulta irrestaurable. Más del cincuenta por ciento del mismo ha llegado a desaparecer. Precisamente, tal circunstancia es la que le llevó a ser elegido, para así resaltar el abandono que sufren obras pictóricas realizadas por mujeres. De manera que, ahora, al aclararse que la autoría corresponde a un hombre, el argumento se ha venido abajo.

Una pintura, como cualquier obra de arte, merece ser valorada por sus méritos, con independencia de quien sea el autor o la autora de la misma, y su deterioro o conservación juzgado por el mismo rasero. Haber expuesto ese cuadro en “El Prado”, ha terminado siendo una astracanada. Menos mal que las obras de las veintiséis pintoras cuyas obras ocupan siete de las diecisiete secciones de la exposición, reúnen suficiente mérito para justificar haber sido elegidas. Lo demás es tratar de meter las cosas con calzador y de vestir a un santo con una capa que no es la suya.

Existen otras formas, menos burdas, de defender a la mujer, en general, y a las mujeres artistas en particular. Sirvan como ejemplo un par de exposiciones. Una de ellas celebrada este mismo año, también en “El Prado”, con pinturas de Lavinia Fontana (Probablemente la primera mujer profesional de la pintura, del S. XVI) y Sofonisba Anguissola, ambas pertenecientes al Renacimiento Italiano, que obtuvo gran éxito sin necesidad de apelar a recursos forzados.

Otra, podría ser la antológica que se exhibió hace unos años en la Fundación Mapfre, en Madrid, con la obra de Camille Claudel, que llegó a vivir toda su vida a la sombra de su maestro y amante Auguste Rodin. Las obras exhibidas de Camille, ayudaron a alimentar la teoría de que muchas de las obras del maestro Rodin, en realidad habrían sido hechas por ella. Sin duda una gran artista.

Por cierto, en la exposición “Invitadas” figura, como pieza estrella, una obra que debería sonarnos a los zamoranos: el óleo “Falenas”, del pintor Carlos Verger, que, aunque es propiedad de “El Prado”, en su día fue depositada en el “Museo de Zamora”.