Los resultados que arroja la Encuesta de Población Activa del segundo trimestre de 2020 no pueden ser más desalentadores. Reflejan bien a las claras el fortísimo impacto que el puñetero coronavirus está teniendo en el mercado laboral español. Voy al grano, porque además de las víctimas que se ha cobrado y cuya cifra exacta nunca se hará oficial porque es escandalosa, la pandemia destruyó 1.074.000 puestos de trabajo en el segundo semestre del año, la cifra más alta en la historia registrada por esta encuesta. El número de ocupados se situó en 18.607.200. Una cifra a todas luces ridícula habida cuenta de que el número de desempleados se incrementó en 55.000 personas entre abril y junio, disparando la tasa de paro hasta el 15,3%.

En cuanto se le sumen el número de desempleados de julio, los que caerán en agosto y los que presumiblemente sufrirán la misma suerte en septiembre, el tercer trimestre del año también será de los que meten miedo. A este paso nos tendremos que reinventar. A este paso algo tendremos que hacer por la vía urgente, porque de seguir así los desempleados se igualarán con los empleados. Encima, nos hemos acostumbrado, en cierta medida mal, hasta el punto de que, ni necesitándolo, somos capaces de aceptar ciertos trabajos como la recogida de la fruta o más adelante la vendimia, hasta el punto de importar mano de obra. Algunos parecen pretender que el Estado les solucione el problema y que trabajen otros. Ese no es el espíritu que debe presidir la recuperación de España.

Indudablemente, el sector privado es el que ha sufrido con mayor dureza el azote bestial del coronavirus. No voy a ahondar en cifras porque es deprimente y de la quema no se han librado ni los trabajadores por cuenta ajena ni los trabajadores por cuenta propia. De nada han servido tampoco los contratos indefinidos ni, por supuesto, los contratos temporales, aunque estos últimos se han llevado la peor parte. Andalucía, Cataluña y la Comunidad de Madrid se llevan, efectivamente, la peor parte en cuanto a la bajada de ocupación que, no obstante, fue general en todas las comunidades autónomas excepción hecha de Baleares.

Trabajar se puede convertir en un lujo. En infinidad de sectores empieza a ser así. Lo que no se puede hacer es echar mano del subsidio que para más inri no puede contentar a todos porque no hay dinero para tantos. Además la UE no está nada contenta con el devenir de España. Lo digo más que nada por el triunfalismo que destilan algunos y que es producto de sus sueños.