En el año que no se han podido celebrar las Olimpiadas, otras personas que nunca se imaginaron atletas, han sido corredores de fondo.

Alicia, detrás de la barra, brazos musculosos de sujetar bandejas repletas de copas. Gimnasta rítmica sorteando mesas, a la que las circunstancias empujaron al paro.

Sara, levantadora de pesos en la caja del supermercado, paciencia y educación entre el bip, bip tedioso de la máquina.

Kety, doscientos gramos de jamón de york y un kilo de sonrisas de regalo, a pesar del Covid, a pesar de las imprudencias de quienes se saltan las normas.

Carmen, cuidando a nuestros mayores, a los de todos, poniendo y exponiendo y dando mucho más de lo que se escribe en un convenio, saltadora de obstáculos, porque no queda otra, y porque eres todo corazón, lo dicen tus ojos.

Ramón, cepillo (¿pértiga?) en mano, sombrero de paja y buenos días. Amable, como si no barriera una calle cualquiera de Benavente, como si estuviese en el mismo Malecón de La Habana y no hubiera incertidumbre en el horizonte, sólo la puesta de sol.

Rosa, adolescentes en casa y cuidadora a domicilio, saltadora de altura, tejiendo con amor y aguja de ganchillo todas las cautelas, "que no les entre", "que no les entre", como si todas las precauciones fueran pocas y el lógico miedo le hiciera recitar esa letanía.

Jesús, entre O Grove y Madrid, pasando por Benavente. Salto de longitud en un camión que a mí me parece tan solitario y tan grande.

Ángel, encestando cartas (a pesar de la tristeza, ¿alguna podría ser de amor?).

Vanesa, que adelgazaste por la angustia, haciendo cada día cien metros lisos, llevando barras de pan envueltas en "cariño, cielo y que tengas un fin de semana bonito". De repente, en esos días de encierro y dolor, salía el sol.

José, siempre entrenando, siempre alerta, porque quien puede lo más puede lo menos, sin horas suficientes en el día, porque los defensores tendrán siempre mucho trabajo.

Marta, guardando los nervios entre las ondas del río, que como en la natación sincronizada, el verdadero movimiento es el que no se ve, porque toca seguir vigilando.

Mercedes, José Antonio, Belén, mis maestros del alma. Poniendo todo y un poco más. Donde no llega la tecnología, llega la imaginación. "Citius, altius, fortius", más rápido, más alto, más fuerte; que vuestros alumnos no pierdan comba, que sigan aprendiendo para que sigan siendo nuestra mejor esperanza.

Nicolás, halterofilia haciendo quesos. Y equilibrios para que tus hijos tengan la mejor formación y sean lo que quieran ser.

A ti, que no se tu nombre y un día en una conversación ajena, escuché decir: "iba a trabajar todos los días llorando, pero luego se me pasaba, porque no queda otra".

A todos y todas, a todos los nombres (que son millones), que no caben en esta carta, que están detrás de estos nombres, a los que de repente os llamaron esenciales. Vosotros que ya lo erais, porque lo habéis sido siempre. Porque como dice el personaje de la película "Los lunes al sol", somos hermanos siameses, si cae uno, caemos todos. Desde el limpiador en un hospital al impresor de un periódico, aquellos que no salen en las noticias, vosotros, también sois campeones olímpicos.

Mª de los Ángeles Barrios Vicente

(Santa Cristina de la Polvorosa- Zamora)