El campo de amapolas rojas con el Castillo al fondo que llevó a la ciudad hasta los informativos nacionales de las televisiones por su belleza, nos hizo pensar que habíamos "nacido en la cara buena del mundo" -donde seguirá el vocalista de Jarabe de Palo, Pau Donés. Poco después el descarrilamiento del tren en la Hiniesta -en la única vía convencional que sobrevive- rompió en los telediarios el paisaje idílico de la Zamora roja de amapolas, denunciando que recortar los servicios públicos que van quedando, mata, como pasa con la sanidad. Casi al mismo tiempo, desaparecía el rojo paisaje bajo el arado de quien no permitía disfrutar de tanta belleza porque le pisaban las espigas de cebada que eran propiedad privada como el campo. Al final perdimos espigas, tren y amapolas.

Y la vida siguió hasta que entre las controvertidas cifras del coronavirus -como se empezó llamando hasta que le pusieron en mayúsculas COVID, no sé si por eso de no infectar a la monarquía más de lo que está- se coló como un mazazo la cifra de la pérdida de población del año pasado: 2002 zamoranos menos al empezar 2020. Y pese a que los números son tan curiosos que se asemejan al baile de cifras entre Estado y Comunidades por el Covid, ¡no! no hay esperanza: no se refieren a la excepcional pandemia sanitaria que se ha llevado a tantos mayores de nuestras residencias y que se descontarán el año que viene para pesar sobre nuestras conciencias, sino a la pandemia demográfica habitual que contabiliza desaparecidos en esta provincia desde hace años, sin que nadie pase de dar la voz de alerta a declarar el estado de alarma: ¡"Zamora se muere! Hay que tomar medidas"!.

El anuncio de la precavida y cautelosa consejera de Sanidad de que vamos a pasar a los encuentros en la tercera fase antes de lo previsto, ha puesto la mirada política en la "reconstrucción" para recuperarnos de las consecuencias del coronavirus.

Pero se corre el peligro de olvidarnos del día antes de la pandemia, cuando se hablaba de la Zamora vaciada por la pandemia política. Es decir, por las decisiones políticas que nos han llevado a ser tierra de gentes sin pueblo y pueblos sin gente, que sigue preguntando: ¿Quién gestionó las crisis permanentes de la despoblación que han mermado personas, recursos y vida a Zamora? ¿Quién ha gobernado desde siempre en la Diputación que, como la Puerta de Alcalá, "ahí está, ahí está viendo pasar el tiempo", imperturbable ante los pueblos que se vacían; o sea, impasible el "alemán" -desde que se cantaba con ese error- y "cara al sol", ante la emigración y la despoblación de la tierra? (O sea, desde los años sesenta del franquismo).

Si el año que viene descontamos los fallecidos por coronavirus que, pese a ser una provincia despoblada se ha cebado en porcentaje muy alto con nosotros, no va a quedar quien pueda poner las banderas a media asta, o lanzar banderas al viento contra el Gobierno actual por la gestión de la crisis del coronavirus.

Como si de una ironía se tratase, las noticias del campo rojo de amapolas arrasado por un arado, han sido sustituidas por las de la repoblación espontánea de animales salvajes que vuelven al paraíso de la cara buena del mundo: los lobos que nunca se han ido, los osos que retornan a las montañas de la Alta Sanabria en busca de miel como en los cuentos, y hasta un cocodrilo que parece empeñarse en repoblar el Duero Duradero (Claudio Rodríguez), y que pese a ser un animal exótico, llega antes que los militares a Montelarreina, también casi exóticos por estas tierras.

Claro que no faltará quien se instale en la "cara mala" y piense que el cocodrilo no es más que el Tío Caimán que "menea la colita" como los dictadores sudamericanos; el oso representa a la temida Rusia desde los zares hasta los soviets, y el lobo ya sabéis que intenta comerse a las caperucitas rojas.

En la "cara buena" del paisaje rojo de amapolas o en la "cara mala" de la despoblación, la Zamora roja sigue en nuestro corazón y en los testimonios gráficos que dan cuenta de su existencia. Y con Pau Donés le decimos a Zamora: "Y no me sonrojo si te digo que te quiero. Y que me dejes o te deje, eso ya no me da miedo".