Desde que el hombre vivía en las cavernas, todas la religiones y culturas han respetado y honrado a sus muertos. Al día de hoy la Pandemia Covid 19 ha dejado en nuestro país más de 27.000 víctimas mortales. Es indiscutible que todas y cada una de ellas, merecen nuestro homenaje y nuestro recuerdo. El Gobierno movido por un sincero sentimiento o presionado por los grupos de la oposición, ha llevado a cabo el luto oficial ante tamaña desgracia.

El fin de la alerta no ha sido decretado, de aquí a que eso suceda va a pasar un tiempo, esperemos que sea breve, mientras, la carpeta de los muertos está por cerrar. Cuando esto acabe de una vez, nos vamos a encontrar con difuntos de primera y tercera categoría. Para ellos el tiempo, ya es la eternidad, no tienen prisa. Los familiares entonces sólo asumirán la triste pérdida y el vacío que deja la ausencia, en este caso sin el cariño que recibieron los que se fueron unos días antes.

En el acto multitudinario de la despedida, religioso o civil, la mascarilla será obligatoria y el distanciamiento imposible. ¿Qué queremos tapar con esta precipitación? Con un poco de sentido común se organizarían los eventos de forma reflexiva y ordenada dónde tendrían cabida todos los fallecidos.

F. Mario Santos