Cuando el cenceño cae sobre las paredes de piedra y tejados de pizarra, cuando las noches son oscuras y las calles solitarias, cuando más gusta una buena conversación a la luz de la lumbre atizando un rachón se leña, mientras hablamos con los padres y abuelos de la vida y tradiciones de la Aliste..., es cuando nos damos cuenta que somos más, nuestra tierra tiene mucho más.

Últimamente está de moda, y no por ello no deja de ser una realidad, la dichosa despoblación y mengua de los pueblos; todo el mundo tiene voz y voto en el concejo de criticar y juzgar, pero... ¿y si también nos vendemos bien? ¿Y si bajamos lo mejor de la comarca del desván y le quitamos polvo?

Aliste tiene mucho que ofrecer y que enseñar, zonas hay, con menos recursos, que han sabido explotar y salir adelante. Está mal que yo lo diga, pero no podemos depender únicamente de que los políticos hagan o deshagan, también tenemos que enseñar lo bueno que tenemos y las posibilidades de nuestra tierra, podemos aprender de los emprendedores micológicos, apícolas, hosteleros, ganaderos y del turismo rural entre otros.

Aprendamos que las charlas de lumbre de invierno no son solo recuerdos, sino lecciones de vida, aprendamos de gente que salió adelante con mucho menos, les valió para darnos cobijo, una educación, e instrucción de vida, con menos posibilidades y recursos, pero entonces no se hablaba de Aliste para referirse a zona entristecida. Quitemos la etiqueta de no hay nada que hacer por un entre todos vamos a hacer de eso una posibilidad. Cambiemos el nombre de la Aliste despoblada por Aliste, tierra de oportunidad.

No jará ser una sueño, como dicen aquí, pero ojalá que a nuestros nietos, le podamos contar a la luz de una lumbre de invierno, que hicimos de nuestra tierra una realidad y una posibilidad; y que lo tuvimos difícil, sí, pero igual que los nuestros, no nos rendimos, porque somos mucho más que despoblación.