A finales de octubre del pasado año tuve ocasión de ver, en un cartel publicitario del Metro de Madrid la promo de la exposición del Museo del Prado "Historia de dos pintoras". En él se reflejaba un rostro de mujer renacentista con mirada firme, más aún resaltado por las sombras del sfumato. Así se presentaba Sofonisba Anguisola. Como inmejorable reclamo, ella transmitía la sensación de un viaje fascinante en el tiempo y esto me hizo entrar en el propósito imperturbable de que en él debía adentrarme en mi siguiente viaje a Madrid.

Entretanto, tuve ocasión de empaparme de la información publicada sobre las vidas y obras de estas dos artistas con nombre propio de principios de la época moderna de nuestra historia del arte. Sofonisba Anguisola y Lavinia Fontana no sólo fueron dos pintoras italianas que en su época llegaron a ser requeridas por ámbitos tan importantes como la Corte de Felipe II y el Vaticano, sino que consiguieron demostrar que la respetibilidad no entiende de géneros también del virtuosismo aderezado con voluntad, suerte y trabajo.

"Las mujeres alcanzan la excelencia en cualquier arte al que se hayan dedicado". Esta frase es una de las muchas alabanzas que se han impreso en los elegantes paneles fucsia de la Sala C del edificio Jerónimos de la planta 1 del Museo del Prado.Y ambas bien lo merecen.

En los manuales de estudio se cita a Sofonisba Anguisola como una de las primeras pintoras reconocidas, a pesar de que firmó pocas obras y algunas están en entredicho con respecto a su autoría.

Su universo de perfección en la pincelada y en la captación de los retratos de aquella época de corte, fueron capaces de mostrar con pausado sentimiento de grandeza y recogimiento, la austeridad de los Austrias a la par que los detalles del lujo en la mezcolanza del Alcázar madrileño.

Los cuellos desmesurados de las vestimentas aventuran entre ropajes oscuros, valiosas joyas y adornos, un preciosismo que invita casi a tocar el lienzo para acariciar su riqueza. Admirable la presencia de la Reina de La Paz, Isabel de Valois. Siendo tercera mujer de Felipe II y madre de las infantas Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela de Austria, creó una aureola de excesivo derroche en sus vestimentas. Se adivinan terciopelos, damascos, brocados, encajes, perlas, diamantes y piedras preciosas entre collares encadenados de hierro, de tendencia en la época. Este emborrachamiento de abalorios poco era para adornar a la esposa más amada del rey de la Españas, aquella que propició el traslado de la corte a la ciudad de Madrid.

Dejando la virtuosidad de Anguisola, en la sección de Lavinia Fontana se adivina una producción más fluída, colorista y amplia de repertorio. No en vano pudo ser la titular de un taller de pintura fructífero y ser capaz de conciliar su vida familiar de once vástagos encargándola a su marido, constituyendo así un matriarcado en toda regla.

Entre cuadros de altar, devocionales y retratos de la corte (entre ellos un canon de belleza de la época, Constanza Alidosi), aparece la libertad y la osadía de los temas mitológicos.

Si bien aparecen los cuerpos desnudos cubiertos por una maravillosa, sútil, transparente y apreciable veladura, Lavinia consigue que las voluptuosas formas de las féminas se presenten en scorzos sugerentes siempre desde la más exquisita pose con una estudiada anatomía.

Cualidades y habilidades propias de uno de los grandes. Este nivel a la hora de transmitir el erotismo bien entendido no pasó desapercibido por los grandes patronos del arte, la maquinaria coleccionista del Papado. En un documento del Archivo Secreto del Vaticano, tras la muerte de Lavinia Fontana, se escribió este texto: "El lunes pasó a mejor vida Laviania Fontana, boloñesa, pintora singular entre las mujeres de nuestros días. Que estaba a la par de los mejores hombres de la profesión".

Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana "historia de dos pintoras" cierra sus puertas al público el próximo 2 de febrero en el ciclo del 200 Aniversario del Museo del Prado. Miles de personas hemos acudido a verla y hemos podido ensoñarnos en sus trayectorias.

Pensemos que esta respuesta ha sido partícipe en la decisión que han tomado los responsables de una de las pinacotecas más importantes del mundo; desempolvar la trastienda para seguir encumbrando el trabajo de más mujeres autoras en este 2020. Esta es la grandeza de la Historia del Arte de nuestros tiempos.