Somos perfectos, no hay nadie más guapo, ni más inteligente, ni más simpático, ni más chistoso, ni más "guay del paraguay", que uno, (que te lo crees tú, creído), etc., etc., etc.

"Consecuentemente"; y dada, por tanto, nuestra proverbial soberbia e ignorancia supina que, de tan falsa inmodestia, se deriva; el mirar por "encima del hombro" a nuestros semejantes, el "vacilarlos" si llega el caso, y "no escuchar sus opiniones y sugerencias", sobre todo si no nos gustan, nos "escuecen"; aunque generosamente por parte de quien las hace, sobre todo si no tiene ninguna obligación moral, familiar ni gerencial al respecto; por que ponen de manifiesto defectos, incompetencias, incoherencias, desganas, etc., que bien expuestas y razonadas, deberían ser muy agradecidas por los receptores y destinatarios, pues "de bien nacidos, es ser agradecidos"; si tienen un mínimo de madurez, de sentido de la responsabilidad hacía ellos mismos como hacia los demás, de espíritu de análisis de su propio comportamiento, como de las opiniones que sobre ellos puedan tener, etc., les servirían para conocerse y actuar a mejor respecto a sí mismos y hacía los demás, lo que contribuiría a la estima ajena, al bienestar de todos, a su propia satisfacción por cumplir adecuadamente con la sociedad, en la medida de sus posibilidades, potencialidades, y circunstancias que diría don José, el filósofo.

La realidad es bien distinta, porque las gentes, dado su egoísmo proverbial, ingratitud e incomprensión ajenas, las respuestas intempestivas, etc., no está por la labor de "corregir al hermano"; porque es perder el tiempo, el esfuerzo, etc., porque te califican de "mosca coj..", porque "no t´ajuntan", como críos, claro que esa mentalidad tienen quienes así se comportan, porque te marginan laboralmente, etc. Todo lo contrario si estás todo el día de chistes, de memes, de fútbol, de "trapitos", de "cotilleos", de "prensa del corazón", poniendo "a parir" a los demás; es decir, "viendo la paja en el ojo ajeno, y no la viga en el propio", (Lucas 6, 41-42).

Los progenitores, como los que tienen la responsabilidad de organizar, de dirigir, de cumplir con competencias que las leyes les imputan para atender las necesidades públicas, como son los políticos, lo que tanto unos como otros lo asumen voluntariamente, dicho sea de paso; debieran, que en muchísimos casos no se da, tener un sentido del deber que les impulsara a recibir con gratitud, inclusive a solicitar, los pareceres de personas, escasísimas por cierto, que por su integridad, conocimientos, saber hacer, disponibilidad, buena fe, buena voluntad, espíritu de servicio, etc., pueden aportarles ideas con las que mejor cumplir sus responsabilidades, obligaciones y compromisos, que lo hacen con el mínimo esfuerzo, por aquello de que "no se hernien".

Y claro está que luego en la vida nos encontramos en las aulas universitarias con auténticos gamberros, vagos, irresponsables, etc., las prestaciones ineficientes de los empleados púbicos como de la dependencia de la empresa privada, etc., por no haber educado a los unos, y por desmotivar, a los otros.

¡Con que tropa nos toca lidiar! Y no hay visos de que esto mejore, al contrario, hay cada vez menos sinceridad, si es que hay alguna en las relaciones humanas, y más "apariencias" de lo que no se es.

Y es que en todos los aspectos de la vida hay que ser un "líder eficaz e inteligente, justo y honesto", como "corregir al hermano" (Mateo 18, 15-20). Y es que es necesario "meditar, discurrir, examinar....".