Juan Antonio Marina dice que la primera función de la educación es enseñar a ver. Unos cuantos años atrás (más de 100), Dewey criticaba la separación escuela-sociedad y concebía el aula como un espacio para la reflexión dialogada sobre experiencias relevantes de vida social que promoviera una sociedad democrática. El psicólogo Bruner explicaba que "si la educación no consiste en inculcar habilidades y fomentar la representación de la propia experiencia y del conocimiento buscando el equilibrio entre la riqueza de lo personal y la variedad de lo general, entonces no sé en qué consiste" Mucho más atrás Séneca señalaba que igual que un suelo, aunque sea rico, no puede ser productivo si no se cultiva, así la mente sin cultura no podrá nunca producir buen fruto. Podría seguir todo el artículo, porque se ve que el pensamiento educativo tiene un largo pasado, pero, en realidad, una historia muy corta y además pareciera que va hacia atrás; de modo que los sucesores van creando a los predecesores; eso sí, siempre bajo un denominador común: la importancia de pensar.

Parece algo paradójico enseñar algo que todo el mundo sabe, pero me atrevo a proponerles una cuestión. Seguramente ven el telediario cada día, incluso dos veces al día, noticias nacionales, internacionales, actualidad variada, crónicas y el tiempo en último lugar. Hasta aquí todo bien. Vemos, comentamos, opinamos a favor o en contra y todos contentos; sin embargo, si les preguntara si han visto cuánto espacio de tiempo se dedica en el telediario al tiempo atmosférico, ¿podrían contestar? Son alrededor de 14 minutos de explicación minuciosa, exhaustiva, por regiones, provincias, ciudades, pueblos; por fenómenos atmosféricos mucho más allá de los clásicos sol, lluvia, vientos y mareas, que uno pudiera pensar que es lo que necesitamos en nuestro día a día, para saber qué ropa ponernos o salir a faenar en el mar o a trabajar en el campo, pero que, por otro lado, resulta de lo más didáctico al explicarnos el origen, la causa y la consecuencia, etc., de cada uno de ellos y además con la terminología que usan los técnicos meteorólogos. Ya digo, 14 minutos. El tiempo es importante sin duda, pero la duda surge cuando, a raíz de ello, piensas en por qué no explican tan didácticamente todas las noticias; y digo todas, porque después del tiempo, la crónica negra de muertes de índole macabra le siguen en poder didáctico con un derroche de perspectivas en forma de entrevistas del vecino, el amigo y la señora que "pasaba por allí". ¿Por qué piensan ustedes que no se toman más tiempo y con la misma minuciosidad y análisis para otras noticias importantes del mundo con más influencia, aunque no sea inmediata, para nuestras vidas?

Seguramente después de esta llamada de atención, no se les escapará este aspecto y lo criticarán. Esto es justo el poder del pensamiento. La diferencia entre la capacidad de pensar que todos tenemos y la habilidad para pensar. Esta última exige actividad y procedimiento. Dirán ustedes que pensar críticamente es fácil y más en este país. Ese es el problema. Normalmente, asociamos críticas con ideas referidas a juicios negativos, pero esto es parcial; si bien el concepto pensamiento crítico tiene que ver con "juicios", estos no son siempre necesariamente negativos. La raíz de la palabra crítico, del griego kriths, significa juez, alguien que evalúa mediante la observación, la reflexión y el razonamiento. El objetivo de pensar críticamente es desafiar las suposiciones y las ideas, así como explorar e imaginar alternativas, evitando juicios a priori sin criterio. Como muy bien dice la sabiduría popular ¡Qué no nos la den con queso!

Ahora como nunca en la historia necesitamos personas que reflexionen y comprendan la información, la evalúen y actúen sobre ella. Personas que creen una cultura caracterizada por el bienestar, la justicia y la equidad. Desde la educación formal, poseemos un instrumento muy potente para enseñar el procedimiento del pensamiento crítico. La pregunta.

Richard y Edler nos dicen la estrecha relación existente entre calidad de aprendizaje y calidad de pensamiento, y cómo la calidad de éste, a su vez, se encuentra determinado por la calidad de nuestras preguntas. Cuando estimulamos a nuestros estudiantes a que se formulen sus propias preguntas estamos justo en la base del aprendizaje. Un error educativo es orientarnos a enseñar soluciones y no a plantear preguntas, decía Dewey. Los profesores usan las preguntas desde siempre, pero algunas investigaciones realizadas (Daines, Gall, y Rhody, Swift, Wood, etc.), manifiestan que, en su gran mayoría, eran cuestiones de tipo reproductivo o exigían respuesta literal, y es que cuando hablamos de pregunta como herramienta del pensamiento, me refiero al enfoque socrático de preguntas-guía que facilitan al alumno patrones de pensamiento mediante evaluación y análisis del contenido de estudio. Aquéllas que llevan a revisar, a exigir distintas perspectivas y a poner en crisis lo que el estudiante ya sabe. Veamos algunos ejemplos:

¿Por qué hay polución? Versus ¿Qué sabes sobre las causas de la polución? ¿Por qué tiene prejuicios la gente? Versus ¿Qué ejemplos de prejuicios puedes mencionar desde tu experiencia?, ¿Cómo explicas esa conducta? La segunda modalidad abre la discusión, sugiere puntos de vista divergentes; dicho de otro modo, exige argumentos razonados desde distintos puntos de partida. Esto no quiere decir que sean desde el principio los argumentos dados por los estudiantes sean los correctos, para eso ya está la acción del profesor que irá moldeando las respuestas, se trata más bien activar la mente del estudiante y, sobre todo, darle un procedimiento para abordar las ideas, los hechos y las opiniones de otros que posteriormente se convierta en automático.

Este procedimiento de preguntas dialogadas no se debe dar únicamente en el aula, Bruner afirmaba que también se da en la familia, alrededor de la mesa del comedor cuando los miembros de la familia intentan dar sentido colectivamente a lo que pasó durante el día, pero del papel de la familia trataremos en el próximo encuentro.