Hasta el 15 de mayo de 2011 nadie intuía que a partir de ese momento el líder de Podemos se iba a convertir en un fenómeno político televisivo con coletas. Pablo Manuel Iglesias Turrión, fue aupado a la cúpula de un movimiento político (los partidos políticos se crean con dogmas diferentes) por una organización de jóvenes que se movilizaron al grito de eslóganes imaginativos que describían el ambiente político de la corrupción existente en el Partido Popular y resultaban agradables a los oídos de los ciudadanos. Había una grave crisis económica, un paro elevado y un gran resentimiento de los ciudadanos hacia la clase política.

Tan alarmante era el ambiente que acabó en la condena judicial del Partido y el Gobierno del presidente Rajoy derrotado en una moción de censura, precisamente por el desafío a la democracia que suponía mantener el Gobierno de un partido corrupto.

Cuando las sesiones televisivas estaban en plena actividad para difundir las promesas, de dudoso cumplimiento, de Pablo Iglesias, las opiniones que se escuchaban respondían más a un deseo que a una realidad. En 2015, en 2018 y en la actualidad el único partido político que puede llevar a cabo un proyecto que rescate a la clase trabajadora y a los funcionarios del Estado de la humillación de sus salarios y de las condiciones de trabajo es el Partido Socialista. Es el único que tiene experiencia, si me permiten la expresión, "experiencia de combate" y el único que puede volver a realizar el cambio político como lo hizo Felipe González en la "Transición". Durante los meses de Gobierno de Pedro Sánchez, todos los españoles reconocen que pocas veces ha habido un equipo de Gobierno en España con tanto talento político. El compromiso con los socios europeos es reconocido con cargos importantes que garantizan las aspiraciones de los ciudadanos españoles. Esta es la realidad de hoy tanto si hay apoyos para un Gobierno como si se elige el camino de las elecciones.

Volviendo al fenómeno del 15M entonces se daban dos circunstancias que atrajeron los medios de comunicación de masas. El movimiento era liderado por un prestidigitador de masas de un enervante desafío al "establihment" y un lenguaje provocativo de contienda política. No importaba su escaso currículo intelectual ni su mediocre proyecto político. Es intuitivo, con respuestas disparadas con grueso calibre, con un temperamento fogoso que le traiciona a la hora de enfrentarse a la dura realidad política (cal viva). Cuando habla de humillaciones y egos heridos debe estar recreándose en los sueños de las danzas guerreras del Príncipe Igor y no en las danzas macabras del fuego.

Las humillaciones en política solo las infligen los electores con sus votos.

La socialdemocracia europea que creo el "Estado de bienestar" incorporó a muchos elementos de la democracia cristiana y del marxismo no radical. Pero Pablo Iglesias no sabemos quién es. Primero fue marxista leninista, admirador de Antonio Gramsci, después consejero áulico de Maduro y más tarde azote de la "casta". Cómo no abemos con que personaje va a soñar, cualquier día puede aparecer como ministro de un Gobierno socialista afirmando con la misma convicción que ahora ha descubierto a Gandhi y que es un seguidor de la emancipación de los catalanes, vascos y gallegos por la no violencia.

(*) Portavoz del Grupo Socialista en el Ayuntamiento de Peñausende