El próximo mes de octubre, el Sínodo sobre la Amazonia estudiará la posibilidad de ordenar como sacerdotes a personas casadas, «preferentemente indígenas, respetadas y aceptadas por su comunidad». Esperemos que la respuesta sea positiva, y que se aplique a otras partes del mundo, porque el problema de las vocaciones sacerdotales es acuciante. El tema de la vocación es el principal tema de las lecturas de hoy, con la contrapartida del posible rechazo.

El evangelio de Lucas expone tres supuestos prácticos para seguir A Jesús. El primero cuando yendo de camino, se le acerca un desconocido. Se le ve entusiasmado: «Te seguiré adonde vayas». Antes que nada, Jesús le hace ver que no espere de él seguridad, ventajas ni bienestar. Él mismo «no tiene dónde reclinar su cabeza». No tiene casa, come lo que le ofrecen, duerme donde puede. El segundo: «Deja que los muertos entierren a sus muertos, tú vete a anunciar el reino de Dios» para contrarrestar nuestro convencional modo de vivir lleno de rutinas y sin apenas espacios que generen vida en el corazón. El tercero: «El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no es apto para el reino de Dios». Es decir, con el fin de vivir centrados en lo importante, sin mirar al pasado u otras cosas que nos despisten.

Ante la falta de vocaciones al ministerio ordenado antes, tenemos todo que tener esto claro porque la religión nos ha presentado el seguimiento de Jesús como una renuncia. La utilización de este concepto es la mejor señal de que no hemos entendido nada. No se trata de renunciar, sino de elegir lo que de verdad es bueno para mi auténtico ser. Dios quiere nuestra plenitud. No tenemos que amar a Dios sobre todas las cosas; tenemos que amar a Dios en todas las cosas. Pero si las cosas ocupan el lugar de Dios, me estoy apartando de mi verdadera meta

No nos engañemos. Nos da miedo tomar en serio el seguimiento porque sabemos que nos exigiría vivir de manera más generosa y solidaria. Somos esclavos de nuestro pequeño bienestar. Tal vez, las crisis económicas nos podrían hacer más humanos y más cristianos. Las exigencias radicales, que propone Jesús en el evangelio, debemos interpretarlas desde la perspectiva del Reino. Sólo desde aquí se podrá entender las decisiones que vaya a tomar la Iglesia en el Sínodo antes citado y en lo sucesivo. Fijémonos en la clarividencia del Papa Francisco una vez más: '.... algo que está pasando hoy en la Iglesia: «Tenemos miedo a que Dios nos lleve por caminos nuevos, sacándonos de nuestros horizontes, con frecuencia limitados, cerrados y egoístas, para abrirnos a los suyos»