La muerte de "Chicho" Ibáñez Serrador me ha llevado a la infancia, a 1972, cuando se estrenó un programa mítico en la historia de la televisión en blanco y negro: "Un, dos, tres, responda otra vez". En el Teleclub de mi pueblo, Santovenia del Esla, nos reuníamos muchas familias a ver un concurso que destacaba por todo: las bonitas azafatas que sonrían con sus grandes gafas y sus cortas minifaldas, las risas y las carcajadas que provocaban los Supertacañones, los decorados grandiosos de cada semana o los premios fabulosos que entonces recibían los ganadores. En el Teleclub, sentados frente a uno de los pocos televisores que había en el pueblo, los chavales disfrutábamos de lo lindo con un programa familiar y comunitario, pues la escasez de televisores provocaba que nos tuviéramos que juntar casi todos los vecinos en torno a un artefacto maravilloso. Era los viernes por la noche, en una época en que algunos empezábamos a observar la vida a través de una pantalla por la que solo llegaban imágenes y noticias en blanco y negro.

He de decir que yo, aunque solía ver el programa en el Teleclub, era un chaval afortunado, pues a la casa de mi abuelo Baltasar había llegado un televisor mucho antes, cuando yo apenas tenía 5 ó 6 años. Se lo había regalado mi tío Luis, un joven maestro que, en aquella época, era un avanzado en muchas cosas. Aún recuerdo aquella tarde en la que unos técnicos con mono azul entraban y salían de la cocina del abuelo a instalar ese novedoso y mágico artilugio que, por aquel entonces, se había convertido en uno de los acontecimientos más importantes que podían vivirse en cualquier hogar o localidad de España y, como diría uno de mis maestros, de parte del extranjero. La televisión de mi abuelo supuso para este escribiente un plus de posibilidades, pues casi nadie en el pueblo, a excepción de los cuatro bares, del Teleclub y de alguna familia más, tenía tal aparato. Por eso, claro, era habitual que por las tardes, a la hora de los programas infantiles, la casa se llenara de chavales del barrio y que, por tanto, uno sacara pecho.

En esos años empecé a conocer también que, fuera de las fronteras de mi pueblo, existía el festival de Eurovisión. Karina fue la primera representante de España que recuerdo. Por eso, cada vez que la veo o escucho, es inevitable que a mi memoria regrese de nuevo el Teleclub, donde la descubrí por primera vez cantando "En un nuevo mundo", que dio a España un meritorio segundo puesto. Pero por aquella época también descubrí "Bonanza" o "El Virginiano", dos series de televisión que me fascinaban. O "El tren de las 3:10", un western que dejó una profunda huella en mi vida cuando apenas tenía 6 años. De igual modo que lo hicieron los telediarios de la época, gracias a que mi abuelo, un hombre del régimen de toda la vida, escuchaba las noticias y leía la prensa; por supuesto, solo el ABC y, algunas veces, el YA. De estos recuerdos y de muchos más es responsable la muerte de "Chicho", un personaje que, dicen los expertos, cambió la historia de la televisión en España y, sobre todo, la posibilidad de ver la vida con otros ojos.