¿Y tú qué harías si sintieses que tu ciudad es una aldea cerrada? Puede que te diera por pensarlo todo en otras dimensiones, traerte esas cosas que has visto viajando o acompañando a tus hijos que buscaban, en otra geografía, trabajo y casa: un banco diferente, el remate de una plaza con flores y fuente, la manera de organizar el trasporte público, la convivencia con la bici. Uno no piensa: me gusta, así que me quedo a vivir aquí. No. Uno piensa: pues mira, en vez de lo que tenemos en mi plaza, poner este. Así se hizo en Venecia, con las cosas que sus ciudadanos traían de otros lugares que después acoplaban a su estilo o manera.

¿Y tú qué harías si supieses que en los barrios con poca vida, los mayores apenas tienen ocasión de abandonar ese paisaje? Puede que, porque lo viste en otra ciudad, pensarás poner ascensores a todos esos edificios que se construyeron en los sesenta. Sobre todo, como en Valladolid, en aquellos barrios con porcentajes altos de ancianos; 250 licencias en tres años, para esos barrios donde resisten los mayores.

¿Y tú qué harías si en esta ciudad de tantas historias y leyendas, nos diera por festejar lo que no ocurrió aquí? Quizá desearías que tu ciudad fuese una ciudad de historias ejemplares o míticas, como es París. Nadie va a París para ver una voluta. Quiere ver si está Matisse, en silla de ruedas, cuando ya casi se quedaba sin vida y pintaba con tijeras. Desearías llegar a Zamora y ver qué cosas nos trajo Lobo de París o Delhy Tejero. Que te cuenten por qué una falda de tierra de Valorio es la sangre de un moro gigantesco que se levantaba cada año a pelear su deuda. O el motín de la trucha.

¿Y tú qué harías si en otras ciudades te encontraras con los ayuntamientos del cambio o de los que cambiaron y te dicen que fue un combate que no siempre se ganó y no todo pudo municipalizarse? Puede que hubieses deseado que, cuanto menos, se hubiese peleado aquí lo mismo. Que se intentó gestionar desde lo público aquello que abarataba la factura de los servicios. Al menos intentarlo. Y no pagar la deuda tan deprisa a los bancos que deprisa podían desahuciarnos. Que a veces no se pudo. Que León quizá tuvo suerte al municipalizar las basuras y ahorrar 9 millones. Y a nosotros a lo peor nos hubiesen dado en los morros y qué rabia, pero no justificarse, como haría la derecha, con que mejor es la gestión privada.

¿Y tú qué harías si, de vuelta de Medellín, vinieses fascinada de aquella biblioteca en mitad de las chabolas donde los niños, que serán mayores, y los mayores, que tendrán que desaprender el odio contra el otro, subían en funicular para que nadie se quedase sin acercarse a los cubos negros fascinantes? Puede que pensases que hacen falta Centro Cívicos, Escuelas de Música, Talleres abiertos. Pero no para el campo de fútbol, que allí necesitan más instalaciones deportivas para niños y para entrenar desde otra psicología deportiva. Porque gastar en cultura y favorecer los encuentros sanos es abrir la ciudad a la saludable convivencia con los otros. Puede que idearas alguna fórmula inexplorada para ayudar al comercio. O un mercado de vegetales con conciertos sin grasa para las jóvenes que volvéis un rato en primavera. No basta con la gestión, construyamos para habitar.

Lo mismo que tú, nos preguntamos nosotros y proponemos ideas de futuro. Nada que no pueda hacerse, como ves.