Los integrantes de las más de 650 listas que aspiran a gobernar en alguno de los 248 municipios que la provincia de Zamora se enfrentan a la recta final de campaña después de meses viviendo en plena precampaña. El adelanto electoral de las Generales al pasado 28 de abril, estando ya convocadas las municipales, autonómicas y europeas del 26 de mayo, ha generado no pocas confusiones entre un electorado exhausto y sobreinformado. Un electorado que mengua día a día, son mil menos los zamoranos censados los que podrán ejercer su derecho el domingo próximo con respecto a hace tan solo un mes.

La dispersión geográfica de Zamora tiene también su traducción directa en el mapa político: 248 municipios en los que, a los grandes partidos, se le suman fuerzas nuevo cuño y agrupaciones locales que multiplican las opciones frente a los censos menguantes de habitantes de la provincia. En esas condiciones, contar con presencia en cada uno de ellos, o al menos en el mayor número posible de circunscripciones, se convierte en una verdadera obsesión que puede rozar lo esperpéntico cuando se pone la lupa sobre los nombres de los candidatos y no solo sobre los números de candidaturas.

Así nos encontramos con una de las figuras más frecuentes, la de los "paracaidistas", puesto que, en su afán de constituir listas para las administraciones más cercanas a los ciudadanos, ningún partido parece tener especiales escrúpulos en asignar personas cuya relación con la localidad que aspira a gobernar se da por aproximación familiar indirecta y, a veces, ni eso.

Mientras los también denominados "cuneros" han ido perdiendo fuerza en otros comicios entre los partidos de mayor peso político, la concentración de candidatos con poca o ninguna relación con sus respectivos votantes se ha convertido en moneda de uso común en las localidades más pequeñas.

Y son, precisamente, los casos más sangrantes, porque lo cierto es que si hay un elemento diferenciador de las elecciones municipales con respecto a cualquier otra es el de la proximidad, el del conocimiento de quien va a regir los ayuntamientos durante los próximos cuatro años. Podría justificarse el fenómeno si es que la sangría demográfica ha llegado a tal extremo de no encontrar a personas dispuestas a ir en las listas, influidas, además, por el desapego instalado en la mayor parte de la ciudadanía con respecto al ejercicio de la política.

Así que, en lugar de reeducar y mostrar ejemplo, lo más rápido y eficaz parece traer el candidato puesto. Entonces cabría preguntarse si los partidos que recurren a cuneros o paracaidistas para presentar el mayor número posible de candidaturas poseen realmente un programa con soluciones a los enormes retos que plantea la Zamora rural o si se trata de sumar poder, en votos y, con ellos, ayudas públicas, además de lanzar el órdago a la elección indirecta que constituye la Diputación Provincial.

Otra de las conclusiones que se constata, una vez más, es la escasa fidelidad de los propios candidatos a las siglas por las que se presentan, en una demostración de que, en las circunscripciones más pequeñas, son otros factores los que suman y no, precisamente, el ideológico, salvo excepciones. De los 195 alcaldes que aspiran a repetir en el cargo el próximo domingo, 29 lo harán con un partido distinto al de cuatro años atrás, con lo que trasvase de votos pueda dar una idea equivocada del peso real de cada fuerza en el mapa político provincial. Y todo ello tiene consecuencias directas sobre la configuración de una institución clave para el desarrollo del entorno rural, la mencionada Diputación, cuyo signo político está en el aire después de décadas de hegemonía del Partido Popular.

Pero la situación crítica de la provincia de Zamora exige justo lo contrario a lo expuesto. Demanda verdadero compromiso y superar intereses partidistas, requiere unidad una vez concluida la inevitable contienda de campaña a la espera de lo que decidan los ciudadanos, los habitantes de cada uno de esos 248 municipios el próximo domingo.

Mientras eso no se consiga, el discurso político tenderá a las mismas diferencias que se muestran cuando se analiza la macroeconomía y las cuentas domésticas, la mayoría de las veces no casan entre sí. Y en la disputa permanentemente sostenida por los líderes políticos tampoco se adivina lo que la mayoría de los ciudadanos pretende alcanzar acudiendo a votar: asegurar su futuro y el de sus hijos a través de proyectos realistas que sean capaces de generar esperanza, tan menguante en este territorio como el propio censo electoral.