El discurso del odio está en la calle, en la campaña electoral, en los colegios, entre los vecinos, en las propias familias? Rupturas entre hermanos y familiares por herencias, anónimos amenazantes por correo electrónico, insultos por WhatsApp, fotografías ofensivas y acoso a través de las redes sociales? La desinhibición y el anonimato, la falta de responsabilidad y de madurez han convertido las redes sociales, en muchas ocasiones, en un auténtico estercolero, donde se arroja lo peor del ser humano, sobre todo el odio. Este odio tiene múltiples manifestaciones todas demoledoras. Me golpeó duramente algo que leí en la prensa hace días: "Lo que más me impresionó de aquel otoño en Cataluña, decía un guardia civil, fue el odio, concretamente el odio de la gente corriente, escupitajos, insultos?"

Ante este ambiente que nos envuelve como una nube tóxica es importante promover campañas contra el extremismo desde las aulas, que aprendan a escuchar, respetar al que no piensa como yo sin intentar machacarle con nuestras amenazas, voces o ironías. Pero no debemos dejar todo en manos de los maestros y profesores. Es importante, también, combatirlo en las familias estando atentos a las conductas de los pequeños para ver si se han convertido en promotores del discurso del odio o si son víctimas del mismo.

El odio apenas hace daño a la persona hacia la que va dirigido, sino, sobre todo, al que lo tiene y lo vive. La solución, aparte de la educación, pasa por dos valores humanos y cristianos: el amor y el perdón. Irene Villa a la que una bomba de ETA, segó sus piernas, es un hermoso ejemplo de cómo vivir sin odio y defenderse de él: "Doy gracias por esta nueva oportunidad que la vida me estaba dando" "Yo creo que el dolor es inevitable. Lo que es opcional es quedarte en ese sufrimiento de por vida. Así que decidí que iba a seguir estando abierta a los regalos que la vida me iba a dar, que, por cierto, han sido muchos". "Sin perdón no puedes ser feliz". "No tenía nada de qué culpar, así que directamente le perdoné (al terrorista), no quería tener que vivir con esa losa, que es mucho más pesada que ir en silla de ruedas. Comprendo el odio, pero el odio te secuestra". Tenía dos opciones, maldecir a los terroristas y quejarme de por vida o decidir que mi vida empezaba en aquel momento. "¿Me iban a amputar también mi corazón?, de eso nada".

Estamos a las puertas de la Semana Santa, el Domingo de Ramos, y los cristianos vamos a recordar y revivir el magnífico ejemplo de Jesús de Nazaret clavado en la cruz: "Padre, perdónales porque no saben lo que hacen". Y, ¿cuántas veces perdonar?, pues también Él nos lo dijo: "No siete veces, sino hasta setenta veces siete" o sea, siempre. Difícil pero sanador.