Tanto la Junta Electoral Central como los propios políticos deberían ser muy escrupulosos con su presencia en según qué actos durante el periodo electoral. La campaña para las generales coincide plenamente con la Semana Santa. Distintos grupos y por distintas causas han solicitado a la JEC que se pronuncie sobre la procedencia o no de que los cargos públicos de las distintas instituciones acudan o no a los actos religiosos que se dan cita con motivo de la Semana de Pasión.

Eso debería de regir en campaña y fuera de ella. No es de recibo que un acto religioso, pongamos por ejemplo el Pregón de la Semana Santa de Zamora, esté presidido por distintas autoridades civiles. Acto tan solemne, al igual que tantos otros, debería estar presidido por el Obispo de la Diócesis y por el presidente de la Junta de Cofradías, en el caso de nuestra ciudad, por la presidenta. Y pare usted de contar. Si acaso algún que otro capellán.

En el conjunto de las más importantes semanas de Pasión las autoridades tienen la presencia que tienen, en la primera fila, como público, y nada más. Si acaso en el Entierro Oficial de Cristo, aquellos que realmente lo sientan. Lo lamentable es que muchos de los que presiden esta procesión y aquella otra si no ateos propiamente dicho, son agnósticos y se pasan por el forro de sus pantalones, el sentido cristiano de la Semana Santa, lo que se conmemora, es decir la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo quien, por cierto, vino al mundo a redimirnos a todos, creyentes, no creyentes, agnósticos y ateos. Lamentablemente con aquellos que se cierran en banda resulta difícil, muy difícil tratar de explicar según qué cosas.

A la hora de procesionar o de presidir este o aquel acto de la Semana Santa, no ha habido distinción alguna entre socialistas y populares. Todos han corrido, por lo que puedan pescar en semejante Tiberiades. La neutralidad debe ser absoluta. Y la JEC totalmente escrupulosa. Es verdad que este año la Semana Santa cae especialmente tarde, no es menos cierto que se pudo haber elegido otra fecha. Pero no. Frente a la opción del 14 de abril, la propuesta de la vicepresidenta Carmen Calvo, el 28 del mismo mes, fue la que triunfó. Hay un tufillo raro en esta decisión respaldada plenamente por el jefe del Ejecutivo, quien considera la Semana de Pasión perfecta porque "lo importante es hablar de España".

Pues no señor, las teles y periódicos, sobre todo locales, que son los genuinos, los que la gente de cada provincia lee, prefieren hablar de lo suyo, en este caso de su Semana Santa. Hay quienes están haciendo apuestas sobre qué tendrá más fuerza de convocatoria y sonará más en los medios: ¿la Semana de Pasión o la Campaña Electoral? Volviendo al asunto que nos ocupa, los políticos deberían retirarse pacíficamente, sin dar más guerra de la que habitualmente dan, de las presidencias de estos y otros actos religiosos. Deberían ser un pelín más coherentes. En realidad, qué pintan en este tipo de acontecimientos. A veces, ponerse en evidencia.

Esta campaña electoral, las Juntas de Cofradías también deberían ser lo suficientemente escrupulosas como para evitar críticas innecesarias en ese sentido. En periodo electoral se debería exigir por los cauces pertinentes que los cargos institucionales no participen en este tipo de eventos religiosos. Y no sólo por la aconfesionalidad de esta España de mayoría católica, más bien por una cuestión de ética y estética. Políticos, sí, cómo no, pero en la primera fila de templos y teatros.