En una antigua historia se narra el milagro que se produjo en la ciudad de Empel, (en la isla de Bommel, en la actual Holanda) situada entre los ríos Mosa y Vaal, los días 7 y 8 de diciembre de 1585, la cual fue protagonizada por un grupo de soldados que formaban el Tercio de Bobadilla, así se llamaba su Maestre de Campo, o Tercio Viejo de Zamora, conocido también con este nombre por estar compuesto por zamoranos que fueron reclutados en nuestra ciudad y su alfoz, los cuales vencieron a sus enemigos en la batalla, cuando todos habían perdido la esperanza. Su arma distintiva era la pica o lanza de madera rematada por una punta de hierro. También usaban arcabuces y mosquetes.

Este Tercio había recorrido más de 1000 kilómetros del Camino Español, desde Lombardía a Flandes, para prestar ayuda a las tropas de Alejandro Farnesio.

El Conde Holak, jefe de ejército contrario, hizo volar los diques de los ríos, lo que produjo la inundación de todo el territorio, salvo una pequeña llanura donde se encontraba la iglesia de Empel, en la que se habían refugiado los soldados de dicho Tercio. Los enemigos proyectaban acercarse con buques de poco calado con fuego artillero y de fusilería para acabar con ellos.

Pero un soldado devoto, empezó a cavar un hoyo para resguardarse del fuerte viento y de pronto se encontró con una tabla de la Inmaculada, lo cual todos consideraron una prueba de protección divina, por lo que rápidamente organizaron una procesión para implorarle su ayuda a la Virgen. Esa misma noche se levantó un fuerte viento helado que congeló las aguas, lo que hizo posible el ataque de las tropas españolas al poder caminar sobre el hielo y la consiguiente victoria.

Dicho ejército se mantuvo victorioso e imbatible a lo largo de 150 años. De vital importancia fue, por una parte, que no estaban estos Tercios formados por soldados de fortuna, sino que todos ellos cobraban un sueldo, y por otra, la compleja organización no sólo de la intendencia sino también de las distintas formaciones que los miles hombres que lo componían, ensayaban una y otra vez para los combates.

Hasta las órdenes de los mandos se daban por medio de toques de tambor y de pífano, por eso era necesaria una rigurosa disciplina, orden y por supuesto silencio.

En una de las Ordenanzas de Flandes de 1685 se recogen las voces militares de formación para organizar a un ejército de tal envergadura y garantizar la calidad del servicio.

Se cita por ello, la necesidad de que todas las tropas estuvieran en riguroso silencio, y esto es lo que se dice de él: "En guardarlo consiste el acierto, no sólo en los movimientos en el ejercicio, pero también en las ocasiones más importantes y peligrosas, porque con el ruido y gritos, es imposible oír las órdenes, de suerte que los movimientos son sin tiempo y desacertados, y para todo el funcionamiento del Tercio es forzoso guardar silencio para lo cual se vuelve a encargar la obediencia".

Es decir que todos aquellos ideales militares que se valoraban en los soldados que los componían, defensa de la patria, el espíritu de servicio, el sentido del deber, la libertad, el honor, la dignidad, lealtad, la ejemplaridad, el heroísmo y otros muchos, de nada valían, si no aprendían a guardar silencio, para poder mantener el orden y así conseguir la victoria en cualquier empresa que se les encomendara.

En este tiempo de tanto ruido, de verborrea delirante y de palabras vacías de significado que vigentes deberían estar estas Ordenanzas.

También a dichos Tercios les debemos cantidad de expresiones del español, que han llegado a nuestros días, sin que casi nadie tenga constancia que provienen de ellos.

Por ejemplo, "poner una pica en Flandes" cuando queremos decir que algo es muy difícil de llevar a cabo, teniendo en cuenta, no sólo las dificultades que debían sortear las tropas al recorrer miles de kilómetros desde España hasta territorios tan alejados, sino también lo costoso de tal empresa.

Cuando consideramos que algo apenas tiene valor, a veces decimos, "me importa un pito", haciendo referencia al pífano que aludía a la vez al músico y al citado instrumento.

Si mandamos a alguien a la porra, lo estamos arrestando. Rememoramos la actuación de un sargento mayor de los Tercios, el cual llevaba una enorme porra o garrote, para que cuando se hacia una parada, el lo clavara en el suelo, alrededor del cual debían sentarse los soldados arrestados.

Cuando queremos librarnos de una persona tóxica que nos molesta o no lo podemos aguantar y no tenemos ganas de enfrentarnos directamente con ella, pero le damos facilidades para que nos deje de hablar, decimos, "a enemigo que huye, puente de plata". Es una máxima militar que pertenece a Gonzalo Fernández de Córdoba, también conocido como, el Gran Capitán, quien vivió entre los siglos XV y XVI.

Para hacer que la caballería enemiga no pudiera atacar, los Tercios colocaban afiladas estacas para impedirles el avance, de esa costumbre defensiva surgió, dejar a uno en la estacada, con el sentido de no prestar ayuda a alguien que nos la solicita.

Cuando se produce un barullo descomunal, recurrimos a la frase "se armó la de San Quintín", haciendo referencia a la batalla que los Tercios libraron y ganaron a los franceses, el día de San Lorenzo, un diez de agosto de 1557. Vamos, lo mismo que en Cataluña.

Si aludimos a las discutidas cuentas millonarias que políticos y banqueros nos presentan, solemos recurrir a la frase, las cuentas del Gran Capitán, que son las que este les presentó a los Reyes Católicos tras conquistar el reino de Nápoles en 1504.

Bicoca, hace referencia a algo muy fácil, y en realidad se trató de una batalla que se desarrolló en una ciudad italiana de ese nombre en la que no hubo ninguna baja española.

Todo aquel que quiera obtener más información sobre el tema, podrá ver en el Archivo Histórico Provincial de la ciudad la Exposición que durará desde el 21 de marzo al 28 de junio de 2019, bajo el título "Tercios. Las columnas del Imperio", organizada conjuntamente por el citado Archivo y la Subdelegación de Defensa de Zamora.