Alguna tendría que ser, ya que por lo común no abundan. Como suele, Vox ha venido una vez más a poner en solfa la tiranía de lo correcto, incorporando a sus listas militares de alta graduación, cuyos pronunciamientos en favor de la unidad nacional, cuestión hoy fundamental en orden a la paz y seguridad común, serán mucho más efectivos, creíbles y contundentes que los de la partitocracia que padecemos, en versión bi, tri, ene o multipartidista, incapaz de defender con la firmeza que el asunto requiere principios de absoluta prioridad constitucional.

Que generales de carrera, con todos los requisitos legales, faltaría más, se incorporen a la vida política es magnífica noticia. Nadie, excepto desde un sectarismo que campa hoy a sus anchas en nuestra degradada y fanatizada vida política, puede poner en duda la legitimidad e incluso conveniencia de tales candidaturas.

Al menos, estamos seguros de que, en sus manifestaciones públicas, probablemente las justas a diferencia de lo que acostumbra una clase política de nómina, cargo y prebenda, no tendremos que sufrir el soniquete profundamente hipócrita e insultante para la inteligencia del ciudadano, de unos muy curtidos y expertos en el consabido e infame politiqués.

Bienvenidos tales candidatos a la arena política, y más aún si se incorporan a una bancada lo más nutrida posible.

Verdaderamente sorprenden ciertas críticas de izquierdas varias, cuando jueces de carrera como la Sra. Ministra de Defensa, es decir, funcionarios que tienen en sus manos futuro, libertad y hacienda de los justiciables, humildes ciudadanos se supone de cualquier creencia y convicción, han de someterse al fallo de alguien que así como así, por arte de birlibirloque y a bombo y platillo aprovechando la oportunidad, cambia digamos no ya la chaqueta, algo que de llegar el caso podría suceder, sino una inmaculada toga con puñetas por escaño, cargo y militancia.

Ya se sabe, y de sobrado tiene constancia la Sra. Ministra, puertas giratorias de un lado al otro o viceversa, dejando, claro está, carné y militancia siempre fuera, igual que a una intemperie tan ecuánime como diáfana.

Ocurre que, hablando de estas cosas, me viene a la memoria, no sé por qué tratándose de solemnidades y puñetas, aquello tan ilustrativo, en el fondo tan real y certero, de la toga y el polvo del camino.

O sea, que lo dicho; en la política togas inmaculadas y almidonadas, nunca descompuestas como el uniforme del teniente general y diputado Excmo. Sr. Gutiérrez Mellado, Usía como Dios manda, cuando en la sede de la soberanía nacional tuvo la gallardía de hacer frente a un acto ilegal y sedicioso, mientras el resto, socialistas y comunistas incluidos excepto un Carrillo aquí sí Señoría, dejando de momento y aparte todo lo demás, buscaban el refugio poco digno y acuclillado del escaño, procurando desesperadamente mimetizar el felpudo.

Políticos; ¡qué le vamos a hacer!