Leo horrorizada lo que en una presunta residencia de ancianos de Chiclana de la Frontera ocurría con los mayores allí alojados. ¡Dios mío, cómo es posible que se les tratara peor que a algunos animales de carga! Cómo es posible que los Servicios sociales de la localidad no tuvieran conocimiento del padecimiento y del maltrato que se daba a los residentes. No es el primero ni será el último caso. Resulta difícil asimilar que nadie en el entorno y fuera de él se hubiera dado cuenta de lo que allí ocurría. ¿Qué pasa, que los Servicios Sociales lo son sólo de nombre y no inspeccionan estos centros? Cuan poco cuidado ponen en la atención a los mayores. Se les llena la boca hablando del número de residencias que ofrecen a la población pero poco hablan del horror que se vive en tantas de ellas. Ciertas licencias, ciertos permisos que mal concedidos están.

Lo que hemos sabido, tras la actuación de la Guardia Civil, es espeluznante. Si esto es lo que nos espera cuando alcancemos cierta edad y no podamos valernos por nosotros mismos, es mejor morir. Porque al sufrimiento físico de los ancianos se une la indignidad por la que pasan con esos comportamientos, con esas actitudes de los cuidadores que pasan por la vejación. No hay que hacer caso de la publicidad que nos vende lo que no es cierto. La publicidad que nos cuenta lo que no es verdad. Sólo faltaba por descubrir que entre los Servicios Sociales y ciertos centros y empresas de ayuda hay connivencia. Seguro que a poco que se investigue se descubrirán actuaciones que como sociedad responsable debe avergonzarnos por conocerlas y no denunciar.

Hay que poner todas las alarmas en marcha para que, a la mínima sospecha, salten y así se pueda acabar con el horror y el error cometido por descuido, por inoperancia o por lo que sea. Yo no quiero para mis mayores y porque los demás, todos, somos jubilados en potencia, una casa del horror como la de Chiclana. Aunque me vaya en ello la vida, mi buena madre conmigo y yo con ella hasta el fin de sus días o, quién sabe, si al final de los míos.

Si es verdad que somos una sociedad responsable, una sociedad atenta con lo nuestro y con lo de los demás, tenemos que poner toda la atención posible y aún la imposible en nuestros mayores, en los más vulnerables, en los que no se pueden valer por sí mismos o en aquellos otros a los que el tiempo ha borrado la memoria. No se les puede tratar mal, ya que eso es maltratar. Y si las personas que los cuidan y atienden no valen para ello que, por favor, se busquen otro trabajo. Para los mayores pido el máximo respeto y una atención preferente. Y, ojo, mucho ojo, con quien metemos en casa. Hay que empezar a contar lo que hacen en el hogar del anciano muchos mal llamados cuidadores. Hay experiencias desastrosas. Gente que bebe. Gente que se droga. Gente que no tiene ni la más mínima idea de cómo coger, de cómo levantar o como acostar al anciano. Además de costar una pasta gansa, porque las tarifas son astronómicas, cuando denuncias la situación, encima te miran como si fueras un bicho raro.

A ver qué hace la Administración. A ver qué hacen esos Servicios Sociales. Menos despacho y más visitar centros. Y que no se dejen comprar. Ni por un perfume, ni por una cesta de Navidad, ni por una copa los sábados. Sé bien de lo que estoy hablando. Los jefes deberían tomar buena nota y cortar por lo sano, en lugar de permanecer en la autocomplacencia. Por favor, el máximo respeto para nuestros mayores. Hoy por ellos y mañana por nosotros.