El evangelio de hoy sitúa a Jesús en las llamadas bodas de Caná. Es el primer milagro relatado por el evangelista Juan. Los discípulos y la madre le acompañan, pero es esta última la que adquiere protagonismo al dirigirse a su hijo para advertirle que no hay vino. La respuesta de Jesús desconcierta a los ojos de un público ajeno a su misión: "Mujer ¿Qué tengo yo que ver contigo?". No parece acertar con el tono, pero María, diligente e intuyendo un mensaje de complicidad espiritual en sus palabras, indica a los sirvientes que dispongan las cosas como él les diga. Aquella ausencia de vino, un signo de debilidad que hubiera provocado el fracaso de la fiesta, fue corregida con unas cuantas tinajas de agua que tornaron en el nuevo vino que, a juicio del mayordomo, presentaba una calidad extraordinaria.

Con la historia de Caná, Juan busca un primer retrato de Jesús. Sería erróneo interpretar literalmente el pasaje. Desfiguraría su significado profundo al reducir el episodio de la boda a una anécdota simpática, más propia de un oportunista prestidigitador que de quien reclama ser la puerta de la salvación para los hombres. Hay por tanto que buscar en este texto algo más que poder sobrenatural y empatía con unos pobres novios a punto de echar por tierra su gran día.

El milagro sirve para ilustrar la verdad de que en Cristo todo es mejor, en él comienza una nueva etapa. En palabras de Francisco, en las bodas de Caná Jesús "se manifiesta como el esposo del pueblo de Dios, anunciado por los profetas, y nos revela la profundidad de la relación que nos une a Él: es una nueva Alianza de amor". El paso del agua al vino es la transformación de la Ley de Moisés, basada en unas tablas de piedra como lo son las tinajas, en la nueva alianza del Evangelio, representado por el vino que irradia alegría y amor. Siguiendo a Jesús, haciendo lo que él hace, sirviéndole confiadamente se producirá el salto cualitativo necesario para desterrar las sombras y avanzar hacia la verdadera fiesta, que no es otra que la de la Pascua que tendrá que llegar, redimiendo con su muerte y resurrección a toda la humanidad.

María ha sido parte activa en este milagro. Sus palabras han sido escasas, pero definitivas, adelantando la hora y mostrando el camino para entrar a formar parte del Reino de Dios. Hacer la voluntad de Cristo es el verdadero mensaje porque con Jesús ya ha llegado la hora de la verdad y solo haciendo lo que él indica se iniciará la fiesta.