La actualidad informativa viene marcada, un día sí y otro también, por la agenda política. Llevamos poco más de una semana del nuevo año y las negociaciones para conformar gobierno en Andalucía o los apoyos parlamentarios con lo que podría o no contar el Ejecutivo nacional para sacar adelante sus presupuestos para 2019 ocupan cada día un amplio número de minutos en los telediarios y en los programas radiofónicos, por no hablar de las páginas y páginas que se escriben en los periódicos. Pero la vida de muchos ciudadanos, de la inmensa mayoría diría yo, discurre casi siempre al margen de esas noticias. Por lo general, en el seno de las familias sigue preocupando la salud, la economía domestica o la educación de nuestros hijos por encima de otras cuestiones que de manera machacona se cuelan en los hogares por la pantalla del televisor.

No digo que lo que suceda en Andalucía o lo que va significar el proyecto presupuestario del Gobierno no tengan su trascendencia, que obviamente la tienen, sino que en medio de tanto informativo monotemático hay muchas otras realidades que tocan la piel y los adentros de numerosas personas. Me pregunto ¿cómo se encontrará hoy la familia de la zamorana Laura Luelmo? ¿Qué ha sido de esos dirigentes públicos que antaño protagonizaban titulares cada jornada? ¿Cómo viven este frío casi polar los que menos tienen? En fin. Hay otros escenarios y preocupaciones en un mundo que no deja de ser contradictorio. Y lo es porque prestamos excesivamente atención a la globalidad y al Big-data y, en cambio, relegamos a un tercer plano la propia vida que viven muchos de nuestros conciudadanos. Ayer, en las dependencias que Aspace tiene en un barrio de Valladolid, recibí nada más acceder al hall el abrazo espontáneo de una joven con parálisis cerebral y me pregunté todo lo anterior y otras tantas cosas más que no caben en esta columna.

Escucharé qué sucede finalmente con el gobierno andaluz y si Pedro Sánchez sumará o no los votos para aprobar los presupuestos. Pero por encima de eso trataré de escuchar la voz quebrada de esas otras personas que carecen de autonomía personal y que, por el contrario, son la auténtica realidad, la que no suele salir casi nunca en los telediarios.